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FILOSOFÍA

Reflexionar sobre filosofía es invariablemente el camino a la reflexión sobre nuestras vidas.

Amor et Ratio: pasiones e ideas en Roma

7/29/2025

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Por: Hugo Toro
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Introducción
La literatura nos ofrece un espejo para explorar los contrastes y las vicisitudes de la experiencia humana, de ahí que se convierta en un vehículo privilegiado no sólo de autoconocimiento, sino de conocimiento sobre un determinado pueblo, filosofía o cosmovisión. En el caso concreto de la literatura latina, ésta nos permite dar cuenta de una civilización que parecía oscilar entre el desenfreno de la pasión y la disciplina del pensamiento racional.
En este comentario crítico abordaré, por un lado, el contraste entre dos formas poéticas antagónicas: la emocional y erótica de Cayo Valerio Catulo frente a la moral-filosófica y racional de Tito Lucrecio Caro; y por otro, examinaré la fuerza retórica y política de la Primera Catilinaria de Marco Tulio Cicerón. El objetivo de este texto es señalar cómo, desde diferentes géneros y estilos, estos autores construyen una visión del mundo que en buena medida ha perdurado hasta nuestros días.

1. La poesía de Catulo y Lucrecio: entre el corazón y la razón
Catulo y Lucrecio, aunque contemporáneos, representan dos polos opuestos de la poesía latina. Comenzaré mi reflexión alrededor de Catulo (siglo I a.C.), quien se inscribe dentro del grupo de los poetae novi (o poetas neotéricos), poetas que, inspirados por la lírica griega, apuestan por una poesía subjetiva, breve y cargada de emociones. Como sugiere Gallardo (1990, p. 23-24): “Contra la gravitas se rebelan y con agresivo vigor condenan la rusticitas de los discípulos tardíos de Ennio. A la vez reafirman su individualidad como seres humanos: la vida privada -con gran escándalo del mundo tradicional romano- se convierte en tema literario: tenían la gran audacia de expresar en versos sus sentimientos personales y, entre ellos, la pasión amorosa.” Uno podría especular con relativa facilidad sobre la influencia de estos autores en movimientos o modelos literarios posteriores como el romanticismo del siglo XIX y, a ultranza, la configuración de la literatura contemporánea con el acento puesto en la experiencia subjetiva e individual, tal como aparece en la obra de Annie Ernaux o el maravilloso Fernando Vallejo.
Siguiendo esta corriente, los poemas de Catulo son profundamente personales, especialmente aquellos dedicados a Lesbia, personaje simbólico de una pasión contradictoria. Catulo canta al amor, al deseo, al dolor y a la traición con un estilo directo e íntimo, sin temer colindar con aquello que encuentra sus límites en el pudor, desnudando su alma ante el lector. En la obra de Catulo el amor no es cursilería, ni pedantería enamorada, es evocación y aprehensión estética de la experiencia amorosa, su estudio más profundo y realizable:

Preguntas, Lesbia, cuántos besos tuyos
me sean bastantes y demasiados.
Cuan magno número de arena líbica
(…)
o cuantos astros, al callar la noche,
miran furtivos amores de hombres,
que beses tantos besos tú (…)[1]


El amante abrasivo y excesivo, que se entrega para ser consumido en el amor, eso es Catulo.
Por su parte, Lucrecio, me parece, es la elocuente voz de la razón enfocada a la elevación del espíritu. En De rerum natura, construye un poema filosófico en seis libros donde la pasión se sustituye por el pensamiento. Su obra no busca solamente conmover al lector, sino liberarlo de la ignorancia mediante la razón, muchos son los pasajes en que encontramos concordancia entre Epicuro y Lucrecio. Por ejemplo, Epicuro señala: “En primer lugar, nada nace de lo que no existe, porque, si todo naciera de todo, no habría necesidad de simientes.” (Carta a Herodoto, §39). Lucrecio, por su cuenta, introduce la misma idea utilizando la poesía como un medio para la enseñanza filosófica:

Por un principio suyo empezaremos:
ninguna cosa nace de la nada,
no puede hacerlo la divina esencia:
aunque reprime a todos los mortales
el miedo de manera que se inclinan
a creer producidas por los dioses
muchas cosas del cielo y de la tierra,
por no llegar a comprender sus causas.

(Lucrecio, De rerum natura, 210)

El mundo de Lucrecio es, como el de su maestro Epicuro, mecánico, sin dioses intervencionistas. En su obra, la emoción está subordinada a un ideal de conocimiento sereno y racional del universo. He ahí la gran proeza de Lucrecio, quien da a las ideas el carácter y la belleza de la obra de arte.
La diferencia central entre ambos radica, pues, en la concepción del papel del poeta y de la poesía. Catulo habla desde la experiencia y la inmediatez de los afectos; Lucrecio lo hace desde la distancia del saber filosófico. Si el primero canta lo individual y efímero, el segundo escribe lo universal y eterno. La poesía de Catulo es como un latido; la de Lucrecio, como un tratado. Si en Catulo encontramos la belleza del sentir, en Lucrecio encontramos la belleza del pensar. Para este punto, no vale menos la pena señalar que parece ser Catulo quien finalmente tuvo una influencia más extendida en la literatura moderna y contemporánea, aunque no por ello las formas literarias empleadas para transmitir ideas filosóficas se han dejado de usar, véase la obra de Michelle Houellebecq, por citar a alguien.

2. La Primera Catilinaria de Cicerón: retórica al servicio del poder
La Primera Catilinaria, pronunciada por Cicerón en el Senado el 8 de noviembre del año 63 a.C., es un ejemplo clásico de oratoria política y persuasiva. El texto inicia con una interpelación directa y acusatoria: “¿Hasta cuándo has abusado de nuestra paciencia, Catilina? ¿Cuándo nos veremos libres de tus sediciosos intentos?”[2]. En este discurso, Cicerón denuncia la conspiración de Lucio Sergio Catilina, quien supuestamente planeaba un golpe de Estado contra la República. El discurso posee, desde mi lectura, varias dimensiones, menciono algunas: política, retórica y pedagógica. Pedagógico pues el ideal de la República se ensalza y la conducta opuesta a Catilina se erige como modelo de conducta respetable. En esta línea, Cicerón afirma: “No se consentirá más que por un solo hombre peligre la república. Cuando elegido cónsul pusiste contra mí asechanzas, Catilina, no me defendí con la fuerza pública, sino con mi propia cautela.” (Cicerón, Primera Catilinaria, V).
Más allá del contenido político, es notable la estrategia discursiva empleada a partir de los principios clásicos de la retórica: Inventio, Dispositio, Elocutio, Memoria, Pronuntiatio-Actio.  Cicerón no solo acusa, sino que construye una imagen de Catilina como enemigo interno, como amenaza viva para el Estado. Emplea preguntas retóricas, enumeraciones enfáticas, exhortos morales y un tono creciente que busca movilizar emocionalmente a los oyentes. Su objetivo no es demostrar, sino convencer y conmover al público, logrando que el Senado respalde su decisión de actuar sin juicio formal contra los conspiradores. Naturalmente, no me parece extraño destacar la astucia política de la que da cuenta Cicerón, preferible es el exilio que el castigo que da pie a la victimización pública, y que bien podría ser el germen de la filosofía política sistematizada por Maquiavelo.
La Catilinaria revela cómo la retórica puede ser un arma poderosa: no sólo transmite ideas, sino que las impone emocionalmente. En ese sentido, Cicerón apunta en una misma dirección equilibrando tanto esa especie de racionalismo de Lucrecio y el estilo performativo o emocional de Catulo, aunque con fines políticos y no íntimos. El discurso, en lugar de explorar pasiones personales, moviliza pasiones colectivas como el miedo, la ira y el deseo de justicia; así como la aspiración de los buenos ideales y el desprecio por aquellos que se han corrompido.

Conclusiones
El análisis crítico y comparado de estos tres autores me ha permitido notar con mayor amplitud la riqueza y complejidad de la literatura romana. Catulo representa la subjetividad y el arrebato amoroso, la lógica y experiencia de la vida emocional; Lucrecio, la serenidad del pensamiento y el deseo de comprender el cosmos; Cicerón, el poder de la palabra para construir y destruir realidades políticas. Cada uno, desde su lugar, participa en una construcción de sentido donde la emoción, la razón y la acción política se entrecruzan.
            Al mismo tiempo, no quiero dejar de mencionar los rasgos e influencias que he podido percibir en otros autores, tanto modernos como contemporáneos, si bien esa influencia requeriría un estudio más profundo que no conviene ahora por la limitación en la extensión de este trabajo, no me parece inconcebible percibir dicha influencia.
Podemos concluir que la literatura romana no es unitaria, sino dialógica: en ella conviven la pasión y el razonamiento, lo privado y lo público, lo poético y lo retórico. Esta tensión constituye su fuerza viva y su legado duradero.
 
 
Referencias
​
Gallardo, M.D. (1990). La revolución literaria de los poetae novi en revista “Los estudios literarios”, tomo 32, número 97, Madrid, 1990.
Catulo. (1992). Carmina. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
Epicuro. (2016). Obras. México: Editorial Tecnos.
Cicerón. (1994). “Primera Catilinaria”. En Catilinarias (pp. 15–30). Barcelona: Planeta.
Lucrecio. (1988). De rerum natura [selección]. México: REI-Cátedra.

Notas:
[1] Catulo, Carmenes, VII.
[2] Marco Tulio Cicerón, Oratio in L. Catilinam prima, I.

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