Por: Hugo Toro Introducción Recientemente me enfrenté a una nueva realidad de mi práctica docente y de mi práctica como escritor: las inteligencias artificiales habían llegado a tocar la escritura como dirección de sus capacidades. Descubrí que existen diversos programas que tienen la capacidad de escribir ensayos por sus usuarios utilizando IA y por supuesto una conexión a internet. Prácticamente todo el universo de información estaba ahora a disposición de una inmensa mayoría que ya no tendría por qué preocuparse de cómo escribir, alguien o, mejor dicho, algo más lo pensaría por ellos. México es uno de los países con más retrasos educativos, según datos de UNICEF más de 4 millones de alumnos no asisten a la escuela, lo que representa un gran porcentaje de la población potencialmente educativa mexicana. No sólo tenemos un problema de asistencia a la escuela, sino a la calidad de aquello que en la escuela se enseña. Recientemente una ministra de la Suprema Corte de Justicia de la Nación fue vilipendiada por descubrirse un supuesto plagio (confirmado por los peritajes realizados por la UNAM) y esa triste y patética noticia destapó la cloaca de los copistas y de los escritores de tesis. Los muchachos de nuestra universidades temen el pensamiento y la escritura, se sienten embargados de angustia cuando son ellos los que tienen que hablar y los que tienen que escribir con su dedo aquello que represente su posición, aquello que tiene para decir y para compartir. No es de extrañar que la realidad del pensamiento sea tan penosa cuando la lectura en ciertos sectores es tan obtusa y limitada. Recientemente en un encuentro de docentes un profesor se paró a decir que el pensamiento crítico sólo estaba presente en jóvenes adultos, pues la maduración cognitiva y emocional de los niños no les permitía realizar la compleja tarea del pensamiento crítico el cual, según dijo, era la manifestación más compleja de pensamiento. Posicionamientos malinformados de este tipo suponen no cualquier cosa, son engorrosos y enojosos pues desencadenan una serie de tautologías operativas que ciernen sobre los niños no un andamiaje de aprendizaje sino de adoctrinamiento. Decir que un niño no tiene pensamiento crítico, no sólo es científicamente incorrecto (de acuerdo a lo que los recientes estudios de la Universidad de Cornell nos ofrecen, aquí una muestra) es como decir que el balbuceo de un bebé no puede ser comunicación también. Por su puesto, el pensamiento crítico en el niño no tiene ni la envergadura, ni la complejidad con la que se da en el adulto pero está ahí: ¿no hacen juicios nuestros niños evaluando el ambiente en el que encuentran?, ¿no pueden identificar nombres y discriminar quién es y no su mamá o su hermano?, ¿no hacen una elección de razonamiento para resolver problemas como abrir un frasco o descubrir cómo se enciende un televisor?, ¿no requiere cada una de estas acciones y muchas otras los componentes básicos del pensamiento crítico?. Insisto, será un pensamiento crítico rudimentario, pero está ahí. ¿En qué contexto se recibe la IA de escritura? ¿Por qué es importante para nuestras reflexiones esta pequeña anécdota con el compañero instalado en la concepción de la mente infantil demerecedora de crédito (propia del siglo XIX)? Lo es, debido a que gracias a estas lecturas la instrumentalización de la enseñanza y de la transmisión y complejización de habilidades no se logra del todo, pues se va aspirando a que "algún día llegará", "algún día tendrá la madurez para", en vez de incentivar desde ya que los procesos esenciales de ese tipo de habilidades se esgriman en el día a día. Preguntamos al niño cuánto es 2 + 2, pero jamás por qué es 4 y no 5. Descubrimientos y deslices: de lo que no se puede leer, mucho mejor es no escribirlo. En este contexto, la utilización de la IA para escribir no sólo es un parteaguas de nuestra labor, sino que también nos confronta con una exigencia cada vez mayor a la hora de evaluar contenidos o de realizar diversas actividades docentes. Siendo este el contexto de la presente reflexión, me esforcé por dar cabida a mi entendimiento de las máquinas de IA que pueden generar los textos de los que venimos hablando hasta ahora. Para tales efectos utilicé dos motores para realizar un ensayo, TAL Y TAL, para ello introduje una serie de contenidos, quería que las máquinas realizaran un ensayo sobre el artículo "La dirección de la cura y los principios de su poder" de Jacques Lacan, introduje una serie de conceptos, dónde quería que el ensayo descansara sus acentos, así como algunos datos más sobre la extensión sobre el número de páginas. Convencido de que le estaba exigiendo lo suficiente al motor de escritura y de que esa exigencia sería el combustible suficiente para darle a la máquina lo que requería para armar el ensayo. Tardó apenas unos segundos que para mí fueron eternidades, por supuesto, temeroso pensé en todos aquellos colegas que habían escrito libros enteros dedicados a postular elementos. Pensé en los ríos de tinta que fueron también ríos de sangre y lo que representó la democratización de la escritura. La máquina paró y frente a mí se encontraban los dos ensayos, uno realizado por TAL y el otro por TAL. Sentí la sobrecogedora paz de quien ve derrumbarse delante de sí a un enemigo imaginario pero potente. Leí los ensayos con calma y me dí cuenta del error fundamental: la máquina no leía, interpretaba conexiones y hacía reescritura. Los ensayos no pasaban de tautológicas declaraciones, obviedades superlativas sembradas con jerga más o menos acorde al tema que se le había encargado a la máquina, pero nada más que eso. Padecía absolutamente de consistencia. En ocasiones hablaba de la interpretación como aquello necesario para entender la conducta humana, luego hablaba que para Lacan la dirección de la cura y los principios de su poder era un concepto que era sumamente importante para el análisis. No pasaba de ser tesis de morenista. La máquina adolecía de algo fundamental: no entendía la primacía del significante. Para la máquina la programación le decía que 1 era "uno", pero que no podía ser una persona que se autoreferenciaba (por ejemplo, "uno que ya creció, ya no se deja engañar tan fácil"). La literalidad de la programación en cuanto a los significados obviaba la naturaleza generativa y aleatoria de la lengua, características constitutivas que son el pan nuestro de cada día cuando nos ocupamos de las características fundamentales del lenguaje. La IA no sabrá qué significa el emoji de la berenjena, a no ser que un buen cristiano se lo haga saber, de otro modo evaluará que es una verdura muy popular en las conversaciones de adolescentes. Lacan nunca se cansó de enunciar que no era un lingüista y que sus alusiones a la lingüística no eran sino aprovechamiento para dar cuenta de la realidad humana que nos embarga y nos habita. Así lo hace saber en la segunda clase de su seminario Encore (1975, p. 20): "Mon dire, que l'inconscient es estructuré comme un langage, n'est pas du champ de la linguistique. C'est une porte ouverte sur ce que vous cerrez commenter dans le texte qui paraitra dans le prochain numéro de mon bien-connu apériodique sous le titre l'Etourdit- d, i, t- (...)" No es algo que se encuentre en el campo de la lingüística, debido a que el decir que el inconsciente se encuentra estructura como un lenguaje, corresponde a la lógica de comprensión según la cual el sujeto está atravesado por ese lenguaje del que no es dueño, sino que le ha sido heredado, dado finalmente por otros que se lo han impuesto, un lenguaje que no controla y del que no puede hacer sino ocupar sus significante, errando no tan descarada o tan terriblemente. Desde aquí que podemos ir viendo de lo que se va tratando, finalmente, la IA podría ser programada para leer dobles sentidos, destacar la interpretación oculta en una frase o el albur en otra, quizá ese tiempo llegue pero incluso ahí el infinito poder de las palabras le será inabarcable pues siempre un significante podrá ser sustituido por otro, siempre un significado o un efecto de sentido se nos escapará y buscaremos ocultarnos detrás de él. La IA en la escritura parece tener como eje operativo la asignación inequívoca de los significados y en ese contexto podrá hablar de lo ya sabido, podrá ser utilizado como hasta ahora para realizar marketing pero nada más allá de eso, algún que otro artículo político, en fin, podrá ser utilizado en todo aquello que ostenta la naturaleza de sus dichos en la pretensión de una verdad absoluta, total, no cuestionable y no cuestionada. Ahí no debe haber dobles sentido, una cosa es una cosa y no puede ser de otra manera, de ahí que su estructura sea esencialmente monstruosa y desatinada. Imperativa y categórica será la literatura que nos espere, al menos la hecha por IA, pero siempre quedará la humana, la que puede retumbar en los ojos para hacernos comparecer al interior de nuestro corazón ante la mirada acusadora de nuestra propia humanidad. Referencias bibliográficas Lacan, Jacques (1975), "Encore", Ed. Du Seuil. París, Francia.
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Por: Hugo Toro El anuncio del documental de Netflix que explora la vida del astrólogo Walter Mercado es una cuestión que no debe tomarse a la ligera. La antropología cultural debería ocuparse más de personalidades como la de Walter Mercado, pues su éxito depende en buena medida de las circunstancias apremiantes del mundo en la época de su mayor éxito y más aún, debido a la correlación entre su personaje y lo deseable en la psicología latinoamericana. El público de Walter era siempre la gente desfavorecida, que veía con asombro sus capas, su imponente figura y su voz suave pero grave, una ilusión inalcanzable en tanto erigía su semblante desde una androginia inexplicable. Los ricos, los poderosos, los políticos, los artistas, confiaron en Walter porque confiaban en su fama, no porque fueran fieles creyentes y aquellos que eran fieles creyentes preservaban en su ser la discursiva de un registro de comprensión que nos hablaba de sus orígenes: new rich. Walter Mercado representaba todo lo que el ordinario no tenía: riqueza, fama, raza, felicidad y control sobre el futuro. Su personaje cristalizaba en sí mismo una serie de fantasías omnipotentes que la gente deseaba compartir y que en ese sentido consolaba a las personas. Su figura debe entenderse desde el registro de la ausencia, desde la plataforma de la ignorancia y en cierto modo, desde la fascinación infantil por los cuentos de hadas, ya que Walter en sí mismo es un cuento de hadas. Es imperativo contemplar cómo la opulencia demarca la posibilidad de éxito en América Latina; personajes como Walter, María Félix y tantos otros estaban inscritos en una lógica de admiración que se percibía con un tufo de aspiración del ideal; ellos representaban la promesa del devenir aunque fuera una promesa vacía. Walter Mercado introducía en la lógica discursiva del espectador un performance que rayaba en una combinación surreal entre Liberace, con un toque de Juan Gabriel y Osho pero por supuesto con toda la suntuosidad de una Prima donna. El gran logro de este documental fue captar en HD el crepúsculo de los Dioses; el Sol de Walter se iba consumiendo, la fama se había eclipsado, aunque permanecía, los amigos se guardaban en sus casas y él como el Sol se iba desvaneciendo notablemente. Vemos ahí al Walter más humano, en su ordinario, podemos contemplarle como nunca antes y sobre todo observar cómo su medio es un medio carnívoro, como Saturno devora a sus propios hijos, al final lo único que queda es mucho mucho amor…o al menos, la ilusión de éste. Por: Hugo Toro. Actualmente y hasta finales de marzo se expone en el Museo de Arte Moderno "De aviesa intención. Psicoanálisis e identidades en el arte mexicano. Homenaje a Teresa del Conde." que reúne más de 50 piezas de diversos artistas que fueron conjurados en las críticas de la magnífica Teresa del Conde, piezas del acervo del Museo y de colecciones privadas nutren esta maravillosa exposición que resulta una de las oportunidades más brillantes para apreciar el arte de los grandes maestros de México en el siglo XX, en la sala encontrarán a: Diego Rivera (en su periodo temprano, cubista), Frida Kahlo, Raúl Anguiano, José Luis Cuevas, José Clemente Orozco, Gilberto Aceves Navarro, Remedios Varo, Francisco Goitia, entre muchos otros que representan la calidad internacional del arte en México. La conjugación de lo (R)eal lacaniano en esta muestra como una manifestación de lo sublime en el arte atraviesa los sentidos y permite al espectador una experiencia única que debe aprovecharse, incluso más de una vez. El curador Carlos Molina logra una integración fascinante en la que cada una de las piezas se encuentra en condiciones óptimas para generar, a quien se lo permita, una experiencia estética particular que será digna de ser recordada. Obras monumentales de la plástica en México y que pocas veces tenemos la oportunidad de examinar con detenimiento. No se trata de una exposición que eche mano de grandilocuentes contradicciones ideológicas y de espectáculos innecesarios, encontramos el valor puro de un arte que se da a sí mismo en la "simplicidad" de un artista y sus medios o herramientas. Sin lugar a dudas, Teresa del Conde (psicóloga de formación, dedicada a estudios estéticos luego de eso) estaría enorgullecida de este homenaje que, muy merecido, reúne una expresión de sus propias consideraciones sobre el arte. Lo más enriquecedor, si es que hay algo que pueda elegirse, sería tal vez la elección de obras que son poco usuales o reconocidas y que permiten aperturar una comprensión más profunda de las diferentes épocas de los artistas mexicanos y sus procesos de desenvolvimiento, vemos a un Tamayo en ciernes, a Siqueiros experimentando y a un Toledo que expresa de manera magistral su tan conocida obra que combina tradición, erotismo y pasión por partes iguales. Imperdible, sin más por decir. Michel Houellebecq, “Serotonina”: La estética de lo patético y la antipsiquiatría fantástica10/5/2019 Por: Hugo Toro. Houellebecq se supera, trasciende y asciende. Su más reciente novela titulada “Serotonina” y editada por Anagrama, es una superación del lenguaje literario que le es propio, o quizás, para ser más explícitos, es una adecuación que lleva hasta sus últimas consecuencias dicho lenguaje y las envergaduras de su poder, el poder que da por entero la Sumisión a la realidad más auténtica, quizás hasta la Configuración de la última orilla. Houellebecq ha alcanzado tal maestría en la descripción que se podría decir que es un mago oscuro al reinterpretar la realidad y brindarnos con esa oscuridad, que no escapa al humor, a la ironía y al cinismo, una panorámica suficientemente clara del desbarrancadero de vida al que nos enfrentamos en el sinsentido de la vida en la época contemporánea. Quizá sería bueno que pronto Houellebecq regrese con alguna novela dedicada al afán de sentido encontrado en las compras por Amazon. Por lo pronto lo que nos ofrece es un testamento del horror, de lo feo, de lo nauseabundo, de la cobardía, de la impotencia, de la inocencia y del rencor, de la enfermedad y del cerebro; Houellebecq nos alerta: la mente es más que sustancias segregadas; o quizá, el que alerta soy yo, a él probablemente no le importa alertar ni ser moralino en sus escritos sino ser un buen descriptor. La potencia de su personaje central es inmensa, el autor es brillante cuando manifiesta de forma tan exquisita su capacidad de colocar la pluma de la primera persona a un personaje con características tan particulares haciendo que sus diatribas personales cobren un sentido específico, determinado, llevado al centro por medio del dramatismo y de algunas últimas aventuras. No es perdible la nueva novela de Houellebecq, quien parece ha despertado para no dejarnos dormir más... Por: Hugo Toro. Esta noche tuve la enorme dicha de asistir a la inauguración de la exposición “Original Múltiple” en la galería Archivo Colectivo, en la que se aperturó una muestra de la obra estampa del genial artista Pedro Friedeberg. La exposición además, marcó la pauta perfecta para la presentación del último catálogo del maestro, que lleva por título “Original Múltiple: Obra estampa de Pedro Friedeberg”, publicada en una hermosa edición de lujo por Saenger Editores y Sicomoro Ediciones. El libro, en el que se integran un prefacio de María Álvarez y un texto de estudio de Alejandro Sordo, ofrece a sus lectores un panorama único y hasta ahora poco explorado del artista lo que convierte la obra en un texto de referencia obligada que bien vale la pena incorporar a la colección de libros de arte para aquellas personas interesadas en la obra del último gran “surrealista” mexicano (si nos atrevemos a cometer el descuido de encasillarlo en alguna escuela). La delicadeza estética de la museografía, realizada en colaboración entre Friedeberg y Bernardo Saenger, permitió a los asistentes una visión excepcional de la obra estampa de la leyenda del arte; el circuito marcado por la belleza de la repetición intrínseca en la obra de Friedeberg evoca los ecos del sin sentido de la vida que alcanza sus límites en lo ominoso de la repetición humana. La exposición que estará en la galería hasta el venidero 31 de agosto, representa una oportunidad brillante, personal y única de aproximarnos a un arte verdaderamente entretenido, divertido, de una belleza sin igual que introduce a los espectadores en un vacío profundo que clama en la frontera de nuestros propios atolladeros. Sin memoria y sin deseo, la vida onírica encuentra su manifestación tangible en la obras de Friedeberg que convierten el encuentro con sus espectadores y admiradores en una comunión de pasiones y de experiencias sensibles que sustentan el gran valor de sus piezas. Recomendable y “obligada”, como cualquier buena oportunidad, la exposición marca una excepcional hiancia al mundo de Friedeberg y su obra estampa. Por: Hugo Toro Mientras que en una zona exclusiva de la ciudad se celebra el consumismo wannabe de un arte chambón e idiota en otro de celebran a dos grandes artistas del mundo. Bellas Artes apertura y cierra dos grandes exposiciones de Francisco Icaza y Brassaï; el primero se inauguró esta semana, el segundo termina precisamente este 16 de junio. En definitiva, acudir a la exposición “Me quiero ir al mar” es acudir al encuentro del “Da Vinci mexicano”; a través de cuatro salas de exposición, el espectador se va encontrando con la gran cantidad de estilos, técnicas, formas, obsesiones, ideas, representaciones que el pintor Francisco Icaza poseía. Cada una de las cuales fue llevada a cabo con excepcional precisión. Del mar, el sol, la X, Mesopotamia, las conquistas, las invasiones, la guerra y el amor, las obsesiones de Icaza se nos comparten y se nos vuelven propias, personales. Con simple y relajada actitud los asistentes podrían permanecer horas enteras descifrando las frases, los estilos y la presencia magnética y esotérica que la obra de Icaza posee. Por ahora, la exposición está francamente vacía en comparación a otras, cuyo nulo valor artístico no influye en la cantidad de visitas que tiene; en Bellas Artes no es necesario hacer filas de dos horas para apreciar la genialidad de un auténtico maestro de la plástica; no encontraremos luces neon, no encontraremos aluminios, pintura metálica, perros de globo o bailarinas de tonalidades pastel. En Bellas Artes encontraremos un lenguaje, un mundo personal, plagado de misterio, exclusivo, reconfortante, asfixiante pero sobre todo: genial. Por otro lado, el día de hoy 16 de junio, termina la exposición temporal “Brassaï. El ojo de París”, una serie de fotografías que nos muestran el encanto del París de los años 30’s. Personajes pintorescos como Mme. Bijou, conviven con grandes estrellas de la cultura mundial como Salvador Dalí. El ojo único de Brassaï constituye un legado único, que nos da la oportunidad de adentrarnos en un París que cada vez está más cerca de desaparecer. Para los amantes de la nostalgia, de lo extraordinario de lo ordinario, del flamante encanto parisino y sus callejones de amor y pasión, la exposición temporal de Brassaï en Bellas Artes es para ustedes. Por: Hugo Toro Justo detrás del Palacio Nacional, a un costado de las calles aledañas al Zócalo capitalino, se encuentra un espacio único y hermoso; el que lo visite deberá saber que se tiene que armar de paciencia para abrirse camino entre las estrechas calles del Centro de la ciudad, donde cientos de personas pululan como abejas en un desordenado panal de vendedores y transeúntes. Se elevan al cielo como ráfagas de fuego voces guturales que gritan con voz en pecho, ofreciendo los más diversos artículos a los menores precios que uno puede encontrar, los precios de la pobreza que se aísla en sus guetos autoasignados. Nada hay de valor en aquellas calles que venden muy baratas reproducciones de ropa de marca, utensilios y demás enseres que no representan el mayor valor. Ahí, justo ahí, se encuentra el Museo José Luis Cuevas, en tremendo contraste con lo que afuera se exhibe, el interior del museo alberga piezas únicas y de incalculable valor artístico e histórico.
El recorrido abarca diversas salas en las que se pueden apreciar obras de los más importantes artistas mexicanos de los últimos sesenta años, desde Siqueiros hasta Manuel Felguérez, se van destacando nombres entre los que figuran: Guillermo Ceniceros, los Castro Leñero, Vicente Rojo, Arturo Rivera, Raúl Anguiano, entre otros grandes de la plástica mexicana. El museo es un valor incalculable, abierto de lunes a domingo, con espectáculos culturales que le dan vida y esplendor; el visitante puede fácilmente encontrarse con un nicho dedicado al maestro José Luis Cuevas, ahí, en un espacio privado, casi se le puede rendir pleitesía y tener una delicada, fraterna privada charla con él sosteniendo su mirada profunda y penetrante, en un espacio misterioso e íntimo. El museo deja un muy buen sabor de boca, su ubicación que contrasta enormemente con lo que en su interior se alberga, supone un recorrido único que no sólo remite a la infancia del fundador del museo, sino a la búsqueda del mexicano de a pie por uno de los tantos tesoros que aún se encuentran guardados en las entrañas de su esplendorosa y agotada Ciudad de México. Por: Luis E. Westrup Una de las bandas más emblemáticas del blues y rock en México es sin duda “El Tri”, que precisamente cumple 25 años del lanzamiento del disco “Una rola para minusválidos”, que nos regaló joyas como “Las piedras rodantes” y “Los minusválidos”. Hacer referencia al “El Tri” es hacer alusión a un aspecto esencial de la cultura musical mexicana. Empecemos por decir que el género principal que toca El Tri es el “blues”. Como antecedente (a muy grandes rasgos) hay que decir que es un género proveniente de la cultura afroamericana que busca expresar sentimientos enfocados hacia situaciones melancólicas y de marginación, aspectos eminentemente absorbidos por los afroamericanos de la primera mitad del siglo XX. Por la influencia que tiene éste género nace el rock n’ Roll, recordemos la frase que dice que el rock n’ roll se hizo cuando los “blancos” quisieron tocar blues. Pensemos la importancia que tuvo Alex Lora como un representante de la música del rock n’ roll, ya que en los años 60’s el gobierno de México censuraba el rock, debido al estereotipo que se tenía sobre las personas que escuchaban y ejecutaban el género, incluso evitaban que hubiera espacios dónde hubiera presentaciones de bandas que representarán la música del rock. A pesar de éstas dificultades políticas Alex Lora, se mantuvo tocando rock y continúo buscando cómo expandirlo; no es coincidencia que sea considerado uno de los mayores exponentes del rock mexicano. En fin, basándonos en los inicios de Alex Lora, a finales de los 60’s, podemos pensar que sin duda recibió una fuerte influencia musical de bandas de este tipo. Lo cierto, es que a pesar de la fuerte influencia que el rock ya tenía por ese entonces en México, Lora decidió regresar a tocar el blues originario. Ahora bien, la magia e incluso el aspecto virtuoso del blues está en las improvisaciones ya sea de guitarra, piano y armónica, pues es precisamente aquí donde los intérpretes plasman sus sentimientos por medio de la música y no tanto de una letra escrita. La improvisación bien realizada siempre será un ejercicio de auténtico talento. Sin embargo, en la cuestión rítmica de muchas canciones del blues, se detecta una composición por tres acordes únicamente y en ese sentido me atrevo a decir que el esqueleto (llamémosle así a estos tres acordes del blues) es algo sencillo; no hay mayor complejidad en cuanto a la estructura, el detalle está en ver qué forma se va a dar al cuerpo de ese esqueleto (que serían los solos y el feeling que le pongas a la canción), pues siempre es difícil que la gente lo pueda sentir como una vivencia propia; la transmisión de la emoción siempre es un asunto complicado en cualquier expresión artística. Es bien sabido que Alex Lora siempre fue un hijo de familia que no padeció de problemas económicos, su única misión era hacer música rock. A pesar de esto Alex Lora, junto con El Tri, lograron destacar por su autenticidad y humildad recibiendo un abrazo y respeto de su público, “la raza”, de México y tan sólo esa identificación que logran tener con un gran sector de la población mexicana los dota de un valor cultural específico y grande; ellos expresaban, a través de su música, lo que todos pensaban pero nadie podía o quería decir, ellos no hacían canciones con un sentido de protesta sino de denuncia. Algo que hace fuerte a El Tri son sus letras que reflejan y denuncian la realidad que viven los mexicanos. Sus canciones tienen una gran carga emocional por la fuerza con la que llegan las letras a sus espectadores. Por otra parte, la letra de las canciones se adaptan al momento y contexto por el cual está pasando México, dicha letras son muy directas y honestas en relación con la política mexicana ya que enfrentan con rimas a los gobernantes de la nación, sin duda saben llegarle a la gente con otros temas como el amor, el olvido, las adicciones, las cuestiones de la vida diaria, la vida civil y el mismo rock n roll. A mi parecer, el gran mensaje que nos quiere dejar Alex Lora con éste álbum, es que todos tenemos que voltear a nuestro alrededor, conocer a los que nos rodean y no hacer omisión de nuestra realidad, si es que en nuestras manos ésta ayudar al prójimo, al final del día somos parte de la “raza” mexicana. Hacernos responsables de lo que implica ser mexicanos, independientemente de la clase social, género y las diferentes capacidades ya sean físicas o mentales, pues al final del día si no trabajamos juntos, México seguirá siendo el mismo país del que Alex Lora expresaba sus inconformidades y denuncias en los años 60`s. “Una rola para los minusválidos es un pequeño homenaje que les rinde El Tri y esperamos con esto, poder tocar una fibra del alma y abrir los ojos de quienes en sus manos esta hacer realmente algo por ellos” (El Tri, 1994). Por: Hugo Toro Recién se acaba de anunciar que Gabriel Orozco participará en el megaproyecto del Bosque de Chapultepec auspiciado por la 4T en contubernio con el gobierno del Distrito Federal, colaboración que se olfateaba desde que hace algunos días Andrés Manuel López Obrador publicara un video en sus redes sociales que culminaba con su encuentro con “uno de los mejores pintores de México”, como lo presentó ante las cámaras. Digamos de entrada que no, no Andrés Manuel, Gabriel Orozco no es pintor... y mucho menos artista; por otro lado, me parece encontrar cierto mimetismo, una cierta correspondencia básica entre estos dos personajes, ambos venidos a más por la popularidad que da la intelectualidad vacía de las consignas panfletarias de ideologías políticamente correctas e insurrecciones que convencen a los que ceden su propio pensamiento al dicho y pensamientos ajenos. Ambos hacen de su trabajo un cascarón vacío, lleno de pretensiones absurdas: ya sea una petición de perdón o un OXXO montado en un museo, las dos figuras parecen complementarse por esa búsqueda insalubre de la atención, por ese intenso placer del que gozan al provocar mediante las acciones más pueriles y menos enmarcadas en la exploración de formaciones intelectuales y creativas más sublimes. El anuncio cae como un balde de agua fría pues sugiere el devenir de las políticas artísticas del país durante esta Cuarta Deformación. Finalmente, en el orden general de las cosas, en la política como en la vida ordinaria los pequeños detalles y las alianzas más inocentes van marcando el rumbo de la dirección. Estamos frente a gigantes que más bien son niños ardiendo en sus caprichos persiguiendo con lupas hormigas a las que no comprenden, no escuchan, no atienden y sólo engañan con un poco de azúcar para atraerlas a la maqueta de sus juegos. México merece más que inmortalizar con una obra de estas magnitudes a uno de los representantes más claros de lo efímero, quedará indeleble en la historia y el paisaje urbanos de la Ciudad de México la huella y las intenciones de un hombre cuyo compromiso con la inteligencia es nulo y cuya creatividad no da para más allá de unos cuantos empaques de galletas adornados... Por: Hugo Toro. El día de hoy despertamos con la triste noticia del fallecimiento del divino Lagerfeld, ícono irremplazable de la moda que nos deja luego de más de treinta años liderando Chanel, el poderoso emporio de la moda que ha trascendido décadas y estilos. Lagerfeld no sólo llegó para reanimar en su agonía a la poderosa marca, sino además para dejarnos un legado portentoso de buen gusto, refinamiento y creatividad que deberá ser reevaluado a la luz de su reciente deceso. Y es que si bien Lagerfeld es, indudablemente, el más reciente genio de la industria de la moda, también representa un ideal estrafalario que se cristaliza en su persona, el ideal de una sociedad más corrompida por el imperativo consumista de la época contemporánea. Lagerfeld representa el clasismo de nuestros días, las opiniones livianas y el “lucir bien” a toda costa. Recordémosle con gracia: “Es más linda de espaldas que de cara” (Sobre Pippa Middleton), “Masturbación electrónica” (Sobre las selfies), “No debería decir esto, pero físicamente era bastante repulsivo” (Sobre Andy Warhol). Pero luego, recordémosle como un pensador: “Como la poesía, la moda no dice nada. Simplemente sugiere”, “Cuando empiezas a criticar los tiempos en los que vives, se acabó tu tiempo”, “El único amor en el que creo es en el amor de una madre por sus hijos”. Elijo únicamente tres frases, de tantas otras que constituyen un legado ideológico que funciona como un referente de nuestra época, un sentimentalismo pueril por los orígenes, una ideología liviana y despreocupada que apunta a un cinismo cada vez más venenoso que apuntala el estado agonizante de las cosas. Lagerfeld es y seguirá siendo, por lo demás queda esperar el diluvio. Muere lujoso, en París. Lo merecía y nos era merecido, que no se abunde en los elogios, somos más de lo que fue pero queda hacer más de lo que hizo con lo que hizo. |