POR: ARTURO ESPINOSA CABALLERO V. H. TORO SALAZAR "Siempre he tenido una necesidad repulsiva de ser algo más que un humano" (David Bowie) Dentro del canon musical de los últimos años y en la cultura pop que ha impregnado la vida cotidiana desde los años 70s, ninguna voz se ha escuchado con tanto estruendo y con tanta constancia y permanencia que la de nuestro, ahora desaparecido en este plano, David Bowie. Marcado desde lo físico por lo diferente, con una mirada que invitaba al pensamiento y al arrojo sobre el abismo de su ser, Bowie no sólo consolidaba un referente musical que revolucionaba la música, la moda, el arte en general, sino todo un estilo de posicionarse frente a la vida y frente a la creación artística. A lo largo de la vida artística de Bowie, que la humanidad debe celebrar sin olvidar un agradecimiento velado por la memoria permanente de su obra, varios de nuestros artistas favoritos llegaron a hacer al menos un cover, muchos incluso más de uno, de este tal Bowie. Esta realidad musical de las últimas cuatro décadas provocó que Bowie atravesara los tiempos y llegara a nuestros oídos, los oídos de generaciones que en lo común no tendrían por qué conocerlo. Naturalmente, al escucharle fue instantáneo el deseo de haberlo conocido desde antes, de haber podido ver sus cambios mientras pasaban, nos referimos a como se reinventaba de un álbum al siguiente. Cuando pensamos en escribir este artículo sobre Bowie trazamos la línea de la dirección de nuestras palabras justo a lo que Bowie representaba, el cambio, la trasmudación y la posición que implicaba una no posición, sino un camino continuo; al sentarnos a reflexionar sobre la obra de Bowie, Arturo no pudo dejar de esbozar: “Algo que me parece sumamente necesario para cada artista es que entre más facetas tengamos más le podemos enseñar al mundo, más lo podemos maravillar, pero sobre todo… cambiar.” Lección aprendida a través de la escucha del arte de Bowie. Han pasado ya cuarenta años desde que Bowie comenzó a formar parte de la cultura popular, y al abrir este año, los desplegados anunciaban la inminente noticia de un deceso insospechado e incomprensible: “Muere David Bowie a los 69 años”, “David Bowie murió de cáncer de hígado y sufrió seis ataques al corazón en los últimos años”, y otros titulares por el estilo anunciaban el suceso del pasado 10 de enero. Al leerlos, la posición de muchos fue permanecer inconsolables, suscitó en otros tantos una indiferencia de la que se arrepentirían si comprendieran el legado musical, artístico y filosófico del gran David Bowie… No quedaba mucho más que hacer, la posición más auténtica tratándose de Bowie era preguntarnos: “¿De qué hablan? David Bowie es inmortal.” Podría sonar soberanamente cursi lo que planteamos aquí, pero lo pensamos como un hecho categórico, muchos podrían cuestionar el lugar desde el que fue dicho esto, el lugar de dos admiradores que se niegan a aceptar la pérdida; la primera fase del duelo: la negación. Tal vez todo depende de cómo uno percibe la muerte. Para nosotros, y estamos seguros de que para muchos más también, David Robert Jones no falleció, sino que se fue a otro planeta, tal vez al suyo, o tal vez a uno nuevo, a hacer lo mismo que hizo con el nuestro: revolucionarlo; por lo que no hay que estar tristes, ni padecer el sufrimiento de la ausencia sino todo lo contrario. No podemos negarlo, David Bowie ha permeado en la realidad cultural actual y por lo tanto en todas las generaciones que venerando a la poco genial, en comparación a nuestro artista, Lady Gaga por su grito por lo diferente no sospechan que su antecedente, y el de muchos otros, ha sido Bowie. Bowie llega directa o indirectamente a todos los planos de la actualidad y los sigue redefiniendo, justamente la revolución de lo diferente principio a través de lo cual se vive la actualidad. Las pasadas épocas musicales tuvieron a grandes músicos como Bach o Beethoven, nosotros tuvimos a Bowie, el camaleón. Él ha influenciado y seguirá influenciando a infinidad de artistas, no sólo a hacer música sino a revolucionar cualquier tipo de arte. Pero no todo es arte en esta vida, su legado trasciende la música y el arte y nos enseña una forma de experiencia que se consolida en la autenticidad del ser. Su herencia más trascendental a la humanidad es que aprendamos a aceptarnos tal y como somos, en el plano de la natural y permanente imperfección humana, el aliviador descanso de no tener que ser como los demás para ser feliz, o para triunfar. Que ser diferente es bueno…
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