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FILOSOFÍA

Reflexionar sobre filosofía es invariablemente el camino a la reflexión sobre nuestras vidas.

La formación en las virtudes

8/17/2018

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Por: Hugo Toro
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Lo sucesivo son los apuntes  y reflexiones realizados el 16 de agosto de 2018, Ciudad de México, durante la conferencia "Curso para Formadores" realizada por el Pbtro. Julio Diéguez; quien se desempeñó durante más de cinco años como Rector de la "Sedes Sapientiae: Collegio Ecclesiastico Internazionale".  

El común de la gente entiende la formación como un saber, es decir, donde se transmiten una serie de conocimientos alrededor de cualquiera de las disciplinas. El saber da solidez al resto del comportamiento, soporta la conducta y los diferentes niveles de contexto, sea espiritual, profesional, etc.

Sin embargo, la formación no es un saber sino un ser, lo que se pretende es que la persona sea de un modo, no que sepa algunas cosas, aunque esa sabiduría es importante, lo esencial es que el saber permita un movimiento, un cambio en la persona. La raíz de los actos se transforma y a través de ellos se demuestra la verdadera esencia de la persona.

A la pregunta ¿qué es la formación? Sn. Agustín dice de alguna manera que formar es dar forma, no dar color, es decir, es un asunto ontológico del ser, no tiene que ver con la mera apariencia, se trata de un cambio interior que da el color en la conducta. Lo que permite el cambio son los elementos estables, pero no permanentes, es decir, las virtudes, que son el objetivo máximo de la formación.

Mi experiencia es que cuando uno habla de virtud, la gente piensa una cosa muy distinta de lo que en realidad se trata. La historia de la moral y de la ética ha dado transformaciones desde el s.XIV en el concepto que se tiene sobre virtud, produciendo así éticas voluntaristas que ignoran todo tipo de trascendencia en lso actos humanos. Eso ha resultado en una concepción de la virtud que supone un aprisionamiento del hombre, una sensación de represión de los impulsos que coloca al hombre dentro de unos límites. Las virtudes se convierten en una forma de ir contracorriente, que permiten enfrentarse a ciertas circunstancias ambientales y adversas.

La virtud implica la formación de la inclinación, es decir, estar inclinado a lo que verdaderamente vale la pena. Más que ir contracorriente, el asunto es modelar la corriente. La virtud para Santo Tomás implica el disfrute en la inclinación y acción hacia el Bien, por lo tanto es gozoso y feliz. Por supuesto ese gusto e inclinación que modela la acción por ser gozoso no quiere decir que no sea difícil, sino que, por el contrario implica un gusto más profundo. Recordemos que la virtud no es solamente el dominio de la voluntad y tampoco es la cualidad de quien sabe ir siempre en contracorriente de su afectividad, lo cual no es un fin sino un medio; la virtud implica una serie de consideraciones sobre el ambiente y sobre el sujeto que trabaja por desterrar de sí mismo las deformaciones de la voluntad, la afectividad, etc.

En el proceso de formación la libertad es un factor sumamente importante, pues constituye el semblante del motor que permite a la decisión inclinarse hacia el Bien para la consolidación del mundo interior. Un acto dado sin libertad no es, bajo ninguna circunstancia, una formación.
Es importante, en comparación de las dos familias éticas preponderantes: la teleológica y la deontológica, distinguir que si bien la inclinación del hombre hacia el Bien, supone irremediablemente el descubrimiento de ciertas normas que conducen a ese Bien y que han de hacerse de determinada manera (el orden, la puntualidad, etc.). Sin embargo, partiendo de la filosofía de Santo Tomás (cuya raíz es Aristóteles) la norma que surje de la búsqueda del Bien no se erige como fin y principio, sino que es secundario a la búsqueda primera de la felicidad que de manera libre inclina al hombre al Bien; la ética deontológica pervierte en ese sentido los desarrollos de la búsqueda de la felicidad, convirtiendo el deber en centro del actuar y de la vida humana, por lo tanto volviendo pesado el ritmo y camino del hombre hacia el Bien.
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La razón práctica, guía de la voluntad, supone a las virtudes como una ayuda y guía práctica en la conducta humana, que por lo tanto deben ser transmitidas como un apuntalamiento de la razón práctica. La cualidad en la forma en que se contemplan las experiencias y se da forma al significado de las cuestiones que acontecen se desarrolla en términos de madurez e inmadurez, cuyas fundamentales características pueden resumirse concretamente de la siguiente manera:
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La formación crea aficiones e inclinaciones que estimulan al mismo tiempo una serie de desarrollos que coinciden en el origen de nuevas virtudes, se trata de esta manera de una secuencia lógica de logros personales.


                                     “Hay que hablar a la voluntad a través de la razón”
 
Por supuesto las plataformas teóricas que hemos revisado anteriormente suponen una contraparte práctica que permite la formación propiamente dicha. Si podemos transmitir cierto grado de razón, el sujeto asume dicha razón en la medida en que es convincente y forja su actuar, la libertad mediante, de acuerdo a ese grado de razón que permite la auténtica inclinación hacia el Bien.
Los jóvenes tienen que ir haciendo suyas las decisiones, que logren hacer las cosas porque quieren hacer las cosas (autonomía), no debido a una imposición o presión externa a ellos (heteronomía).
Formar implica necesariamente dos fines:
  1. Actuar bien.
  2. Discernir por sí mismo qué es lo bueno  
Sobre lo primero, se requiere que el chico perciba y entienda los fines, es decir, la teleología de las acciones que realiza; eso implica transmitir cosas que integran la trascendencia, reducir el espectro de distancia entre el ideal y el actuar concreto. Un aspecto importante que debe poseer el formador es la confianza, la cual imposible de imponer, requiere ser ganada, por lo tanto el formador debe ser percibido como alguien que desea el bien del formado. La confianza permite el acercamiento constante, fiel y productivo en la formación de los muchachos.
Para estimular la confianza se requieren una serie de consideraciones que le permitan al niño ese acercamiento a su formador:
  • Conversaciones personales.
  • Cariño.
  • Hablar en positivo.
  • Apertura mental, recibir bien las preguntas del niño.
  • Mover el acto desde la libertad y no contra la libertad. 
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