Reseña por: Hugo Toro. ¿Han tenido esa sensación de que al leer un libro se encariñan con los personajes? ¿Han sentido esa desesperación o angustia previa a cualquier despedida cuando los capítulos avanzan y avanzan y se acerca la hora de decir adiós? Never let me go… Kazuo Ishiguro, premio Nobel de literatura 2017, es el autor de la estupenda novela “Nunca me abandones” (Never let me go). Ambientada en un mundo ficticio donde se realizan clonaciones humanas a diestra y siniestra para la obtención fácil y oportuna de órganos de transplante, la novela retrata la vida de tres jóvenes que crecen en uno de los centros de “donadores”, sus vidas, las relaciones que mantienen adentro y fuera; el devenir de la adolescencia, las dudas, las certezas, las corrientes eléctricas de pasión y lujuria que hierven la sangre al inicio de la juventud y que encapsulan al amor para hacerlo más concreto y llevadero. Editado en español por Anagrama, Never let me go fue publicada por primera vez en 2005 y ha sido llevada a la pantalla grande de la mano del director Mark Romanek. La adaptación al cine, que desconozco y sin la cual puedo vivir cómodamente, le valió a Ishiguro un lugar dentro de la crítica y la concepción popular de su obra. Por supuesto, las disyuntivas éticas y políticas introducidas sutilmente en el texto acompañan al lector a lo que puede llegar a convertirse en una reflexión profunda que apela a la vida, la dignidad y el valor de la vida humana. Nacido en Nagasaki (Japón), pero crecido y criado en Londres, la prosa de Ishiguro revela las tendencias inglesas más penetrantes, no así su pasado y origen japonés que casi no se distinguen su manera de escribir. Never let me go, es a mi juicio la consolidación de una obra que pasará al canon occidental contemporáneo; excepcionalmente escrita, como pocas novelas retrata las vicisitudes de la vida más normal en un mundo distópico y por lo demás anormal. Para quien lee con corazón abierto e intelecto atento sus libros, este texto resultará una experiencia por lo demás exquisita, desde la angustia por el futuro, pasando por la superficialidad de las amistades y rematando en el tema de la muerte, Ishiguro nos conduce a una amistad única y duradera con sus personajes, a los que declaradamente habremos de desear decir: never let me go…
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