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Un Blog donde nuestros colaboradores abordan diversas películas desde un enfoque artístico, filosófico y psicoanalítico aportando visiones originales y puntos de encuentro entre las diferentes disciplinas.

"Titanic: metáfora del capitalismo."

7/28/2016

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POR: H. TORO
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Pocos no habrán visto en algún momento la célebremente conocida y galardonada película “Titanic” (1997) del director James Cameron. Es casi un requisito en la cultura popular occidental que, se quiera o no, se acepte o se rechace, influye y permea en la vida de todo aquel que exista en el “lado occidental” del planeta (“lado occidental” dicho con reservas). Los que hemos visto Titanic (1997) podemos reconocer que, al menos por momentos, nos conmovió. Pero de lo que quiero hablar en este breve ensayo es la metáfora que constituye la película en sí misma del potro mecánico capitalista en el que estamos subidos todos en occidente y, cada vez más, todos en el planeta (excluyendo algunos puntos geográficos en el planeta que se combaten con dejarse arrastrar o embestir por el potro capitalista).
 
La película inicia con una apuesta, que es ganada por un joven y atractivo hombre, Jack (Leonardo DiCaprio), quien se emociona al conseguir pases para viajar en el barco más grande y lujoso del mundo, con destino a la tierra de los sueños, Estados Unidos, a “volverse millonario”; si uno se pone a pensar un poco en el inicio, el Titanic mismo es la manifestación de la promesa capitalista a los jóvenes. La promesa que entraña todo aquello que el capitalismo sostiene un “Sube a mi maquinaria y a mi progreso y podrás llegar al destino de tus sueños”. Un sentido en el que el pobre se siente obnubilado por las condiciones lujosas y grandiosas que le son prometidas y que ve todo el tiempo, el progreso tecnológico que le sorprende y al que le hacen acceder, al menos en la fantasía de riqueza, a partir de créditos, que tienen más bien la forma de un juego de azar en el que se juega el todo por el todo y del que no sabremos cómo saldremos librados.
 
El pobre acepta la invitación (hablo del capitalismo, pero si se quiere seguir la metáfora del Titanic, podría hacerse) a subir a este coloso del progreso, donde comparte lugar con los más ricos y potentados hombres de la época, esperando algún día llegar a “primera clase”, sin darse cuenta que su lugar son las calderas, que su sitio es la tercera y segunda clase; porque sin esos lugares la primera clase no podría viajar, mucho menos existir. Pocas personas saben que el Titanic sostenía mayoritariamente sus costos y sus utilidades en las ganancias generadas por los pasajeros de tercera y segunda clase, mientras que los camarotes de primera clase eran los que menor ganancia dejaban a la línea WhiteStar. ¿No es, precisamente, esta forma de operación la del capitalismo? Un sistema que se construye por las ganancias que dejan los pobres, o los menos favorecidos, pero cuyos beneficios serán para el lujo y la ostentación de los “de arriba”.
 
El joven Jack, interpretado por Leonardo DiCaprio, sale el primer día de su camarote hacia la Proa del barco y declara una de las frases más conocidas del mundo del cine comercial: “¡Soy el rey del mundo!”. Lo han convencido. Sucumbe ante la tentación de la maquinaria, los ostentosos avances tecnológicos y el compartir el objeto móvil más grande del mundo con las celebridades de la época. Es una frase llena de ironía y francamente patética; pues uno como espectador lo escucha proclamar su reinado a bordo de un barco que dos días después habrá de naufragar. Otra similitud con el capitalismo…
 
El mismo joven, maniobrando pericias emocionales y empáticas, logra salvar a una bella señorita de primera clase que pretendía suicidarse; eso le vale el acceso a una elegante cena, donde comparte el pan y la sal con varios personajes (históricos y ficticios) en el salón de cena de primera clase. Como una ilusión, al joven le prestan un traje y se hace pasar por un rico, por uno más “del club”, se supone un joven heredero. Me pregunto sino podría entenderse esto como aquello que nos aborda en muchos sentidos, el capitalismo que pone al alcance de todos los más exclusivos productos, a crédito por supuesto, aunque todo sea una pobre ilusión, una ilusión de algo que, ciertamente no somos; en México comunidades muy pobres pueden padecer el hambre, pero no pueden pasar un día sin mirar una pantalla inteligente de 32” o más, que aún no han pagado y que probablemente tardarán años en pagar, si es que lo logran pagar. La ilusión de pertenencia a los círculos altos de las clases sociales evaporan el trabajo que podría verdaderamente sacar al sujeto de su estándar. No comprende, ya lo he dicho, que el barco del capitalismo funciona siempre que haya gente en las calderas.
 
Titanic es una joya del cine, a mi juicio. Me gusta, podría decir que me encanta, y lo hizo desde que era pequeño, me apasionó en el tema de los barcos, me hizo soñar con ser un marinero y dedicarme a la conducción de esas bellezas de ingeniería. Ahora, Titanic, es un punto de reflexión para mí. La reflexión de la promesa de un sistema que sabe que chocará, en el mejor de los casos no lo sabe (pero comúnmente se sabe, como la crisis norteamericana de 2008-2009), pero aún así decide zarpar con ilusiones y sueños de grandeza. Tenemos un pase en este barco, y ya estamos arriba, compartimos destino con los millonarios y las celebridades, sí; pero debemos reconocer que serán ellos los primeros en abordar los botes salvavidas cuando la tragedia acontezca, a nosotros nos toca después, si nos dejan subir a cubierta…

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: 
Cameron, James. (1997), "Titanic", Cinta cinematográfica, País: Estados Unidos. 
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