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C  I  N  E

Un Blog donde nuestros colaboradores abordan diversas películas desde un enfoque artístico, filosófico y psicoanalítico aportando visiones originales y puntos de encuentro entre las diferentes disciplinas.

"Un chien andalou: La estructura del deseo."

5/6/2016

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Por: V. H. Toro
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Quizá me esté dando demasiado el tiempo y el esfuerzo para comprender algo que de entrada fue concebido para que no fuera comprendido, aunque, en esencia, la vida misma podría tener ése mismo carácter, así que, sin encontrar otro camino que el intento de comprensión, no veo prudente apartarme de dicho sendero, evitando así el peligro de perderme. Entremos en materia.

La película de Luis Buñuel “Un Chien Andalou” escrita, dirigida y protagonizada por Luis Buñuel en 1929, con cierta colaboración de Salvador Dalí, es al día de  hoy la cinta más representativa de la cada vez más extinta corriente surrealista. Si bien el título fue elegido premeditadamente por Buñuel por la poca relación que guardaba con los contenidos de la cinta, no puede uno dejar de imaginarse que detrás de la elección se encontraba un poeta a quien el director había conocido en sus años de estudiante; aunque él negó la acusación, de que el título del filme se refería a García Lorca, no deberíamos dejarnos engañar por las negaciones bienintencionadas de la conciencia.

Ahora bien, desde el inicio: escisión, corte. La luna que, serena,  aparece mutilada por una filosa nube que atraviesa el campo oscuro del cielo nocturno. Una navaja de afeitar que advierte, cercenando un ojo, que,  lo que habrá de mostrarse debe verse en otro rango de contemplación, debe verse sin los ojos comunes o las miradas tardías de la educación diáfana, por el contrario, debe verse imponiéndose el velo de lo inconsciente, el velo de la oscuridad absoluta, de la neblina tóxica del deseo retorcido que acontece permanentemente en el campo del sueño, que retoma para darse a entender significantes, representaciones diurnas que son empleadas para sus más oscuros propósitos. Finalmente, de lo que se trata es del inconsciente.

“Un chien andalou” es una oda al inconsciente, es una muestra cinematográfica excepcionalmente lograda en 17 minutos, de lo más cercano que podemos llegar, a mi humilde parecer, a la representación del sueño, que de por sí, ya es representación, es un intento, quizá pobre en comparación con la experiencia personal, pero aún así un intento valioso. La perturbadora escena del hombre que comienza a tocar los pechos (que luego confunde con nalgas) de una encantadora mujer, al tiempo que conforme toca su objeto de deseo parece absorberse en una locura cada vez más profunda, más mordaz, la saliva les escurre y el gesto sardónico nos da la señal: estamos perdiendo la razón.

¿Debemos advertir, entonces, que en el campo del deseo la consecución tangible del objeto de deseo no lleva más que a la locura?

Cuando la mujer sale del campo de su poder, Buñuel, sale de su trance, de su alucinación y su delirio, la persigue. De un momento a otro se encuentra cargando a cuestas a dos tablillas de roca (lo que yo entiendo son dos tablillas de roca) semejantes a las que Moisés bajó del Sinaí, dos figuras humanoides de tipo sacerdotal, un par de pianos que sobre ellos cargan los cuerpos de dos asnos con las cuencas de los ojos al descubierto, sin órbitas oculares: ciegos y muertos. Me aventuro. Podremos decir que lo que la representación intenta decir es que la cordura nos viene dada de la inevitable carga que nos impone la sociedad, las leyes (las tablillas y los sacerdotes); la burguesía, representada por los asnos muertos y desojados, como aquello que es insípido y brutal, ciego a las cosas importantes de la vida, muertos y desplazándose sobre las construcciones culturales más finas: los dos pianos.

Si se juzga forzada mi interpretación de la escena, por favor, permítame excusarme; es un intento, como lo es la propia película. Quizá, finalmente, lo que creo que se puede decir es lo siguiente: ceder de lleno al deseo, entrar en contacto directo con un objeto de satisfacción, permanente y completo, nos encamina a la locura; la cordura nos viene dada como un peso inexorable del que no podemos escapar y que nos permite, “saludablemente”, mantenerlos a resguardo de esa consecución de deseo, que amenaza con desatarnos…

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