Por: Hugo Toro. En el campo psicoanalítico han surgido ya varios textos vinculados o dedicados a la experiencia de la pandemia por el reciente brote de Covid-19; mucho se ha dicho alrededor de este nuevo campo, de esta rasgadura de lo Simbólico que permite acercarnos, angustiosamente por supuesto, a lo Real, un Real que nos confronta con lo corporal y con lo mortífero, aquello que por no estar alineado al lenguaje se escapa de la paz de la neurosis y concentra mecanismos de defensa severos. Pensemos en este mismo sentido, que las emanaciones sintomáticas corresponden directamente a la estructura de la que surgen: hemos visto histéricas identificándose con el Otro autoritario, histéricas victimizándose y tratando de encontrar el vínculo con el peligro, histéricas cantando e imponiendo consignas, haciéndose una con la enfermedad... Hemos visto obsesivos reteniendo, comprando sin control, desabasteciendo supermercados, estableciendo un nazismo sanitario que desespera y vuelve aún menos cómoda la vida... y finalmente hemos visto psicosis, psicosis o perversión, la línea es delgada y no se puede discernir con claridad, pues vemos gente invitando a “seguir visitando las fondas” a “seguir abrazándose”, lineamientos y conductas que se encuentran por fuera de la realidad forcluyendo los aspectos más sinceros del orden simbólico. En este breve artículo me propongo proponer una visión kleiniana que ha sido ligeramente desatendida en estas comprensiones psicoanalíticas quizá, porque el kleinismo erigido en la clínica nunca se hizo acreedor de un lugar central en lo que se refería a lo que denominamos “psicoanálisis aplicado”. Pero creo conveniente considerar algunos hechos que son relevantes no sólo para la comprensión de las personas cercanas, sino para la comprensión y acercamiento clínico con pacientes. Así pues, para comenzar creo conveniente remitirnos a la definición que da Melanie Klein en su brillante artículo de 1946 “Notas sobre algunos mecanismos esquizoides” (2009, p. 14) en relación a la ansiedad, en tal texto señala: “Sostengo que la ansiedad surge de la actuación del instinto de muerte dentro del organismo, es sentida como temor a la aniquilación (muerte) y toma la forma de temor a la persecución. El temor al impulso destructivo parece ligarse inmediatamante a un objeto, o mejor dicho es vivenciado como temor a un abrumador objeto incontrolable.” Debo aclarar que este breve parágrafo corresponde a una descripción que hace Klein sobre los primeros meses de vida en la que la cohesión del yo, para ella, no está consolidada la desintegración e integración van y vienen dependiendo de la experiencia; en ese sentido, estaríamos considerando la experiencia subjetiva del sujeto, que impregna desde los contenidos de su mente la experiencia del mundo real que a veces acomete de manera que es interpretada de modo negativa y otras tantas veces de manera que es considerada por el niño de un modo positivo, estos aspectos para los psicoanalistas kleinianos no son derivados de la experiencia como tal sino más bien de los contenidos mentales y sobre todo de la preponderancia de los aspectos vinculados al amor, al odio o a la envidia, triada kleiniana por experiencia (aunque en este artículo en el que nos basamos aún no llegamos a la envidia), así pues, el niño siente ansiedad en el momento en el que ha proyectado sus impulsos destructivos sobre un objeto que luego va a retaliar sus propios ataques, esa amenaza de destrucción deriva del hecho de que al proyectar estos elementos malos el niño se queda en vínculo con un objeto malvado y amenazador. Sin embargo, ¿no es el Covid-19 una amenaza auténticamente mortífera surgida de afuera y por lo tanto no se acopla a la fantasía sino a un hecho categóricamente real? Puede ser, sin embargo la totalidad de las eventualidades humanas puede de un modo o de otro conducir a la muerte, ¿qué pasa entonces con la experiencia subjetiva en medio de la pandemia? Klein lo señala claramente: “La necesidad vital de hacer frente a la ansiedad fuerza al yo temprano a desarrollar mecanismos y defensas fundamentales. El impulso destructivo es proyectado en parte hacia fuera (desviación del instinto de muerte) y según reo, se liga inmediatamente al objeto externo primario, el pecho de la madre.” (Klein, 2009, p. 14) Evidentemente el Coronavirus, al menos eso creo, no es una madre y si lo es es una madre fantaseada en lo inconsciente como una madre selectiva que destruye a los bebés a voluntad; siendo así como se ha planteado es natural que los pacientes y cualquier persona en general, debe preservar el Yo de la ansiedad derivada de sus propias fantasías destructivas, de autocastigo y persecución que han sido despertadas por la pandemia, la reclusión obligada y las limitaciones personales en relación a este evento epidemiológico. Así pues, frente al evento en sí y a las medidas de aislamiento, control y protección que a su vez suscitan y despiertan las fantasías inconscientes ligadas al impulso de destrucción y persecución el Yo tenderá a remitirse al mecanismo de defensa de los primeros meses: la identificación proyectiva. Podemos contemplar esta realidad clínica en la consulta diaria, los pacientes más que nunca suelen llegar con mecanismos propios de la posición esquizoparanoide, el control, triunfo y desprecio parecen posiciones subjetivas que les permiten lidiar con el dolor mental que supone la experiencia de sus problemas en lo ordinario en conjunto con la experiencia brutal del aislamiento y la sana distancia. Al mismo tiempo, las fantasías son variadas y aún en casos neuróticos pueden llegar a tocar las formaciones de una estructura psicótica, desconectados con la realidad sentados en delirios de los que casi se puede pensar que el paciente está absolutamente seguro, por supuesto el Yo neurótico resiste y el análisis permite más o menos apuntalar sus defensas y estabilidad emocional. Esta inestabilidad en el Yo es una consecuencia directa de la proyección que se hace de lo malo pues también lo bueno se debe proyectar, lo que genera aquello que Klein denominó “escisión”, es una división tajante entre las cualidades buenas y malas del objeto, lo que implica necesariamente una división en el Yo, Klein señala: “Creo que el yo es incapaz de escindir al objeto –interno y externo- sin que se lleve a cabo una escisión correspondiente dentro del yo mismo. Por tanto, las fantasías y sentimientos con respecto al estado del objeto interno influyen vitalmente en la estructura del yo.” (Klein, 2009, p. 15) Uno puede contemplar esta escisión en la vida ordinaria y en configuraciones sociales interesantes, en México por ejemplo, ha surgido toda una tendencia que inviste al subsecretario de Salud Hugo López-Gatell de las cualidades buenas, prácticamente en redes sociales se ha suscitado un fenómeno en el que se le atribuyen cualidades sorprendentes, desde las reales como sus títulos académicos, como otras por completo subjetivas como aquella que tiene que ver con su belleza física, sus superpoderes para contener la pandemia, etc., estas cuestiones no son más que representaciones de esa escisión y proyección el Covid-19 queda consolidado como un objeto malo, persecutorio, mortífero y letal (frente al que hay que elevar defensas mentales) y alguien como Hugo López-Gatell queda erigido en el lugar de un objeto bueno, protector, bello, capaz y poderoso. Ahora bien, como clínicos siempre debemos hacer un trabajo que tenga el eje de un atravesamiento del fantasma, en sentido lacaniano, y de una tendencia mayoritaria a la posición depresiva desde una óptica kleiniana. Sin embargo, si bien sostengo que el analista debe preservar la labor analítica cuidándose de no alimentar las fantasías y los mecanismos de defensa, también sostengo que el analista en estas condiciones deberá ser todavía más paciente de lo que es el paciente. El analista deberá sostener a los pacientes, instalándose en un sitio que no fomente los mecanismos esquizoparanoides de triunfo, control y desprecio, así como los mecanismos primitivos; sino que pueda ir sosteniendo la mente del paciente en estas circunstancias, interpretaciones “de bisonte embistiendo” pueden ser severas, duras y, sobre todo, equivocadas, porque en este contexto no podemos conocer con claridad si el paciente realmente actúa con una visión integrada de la realidad o bajo el influjo de una fantasía de naturaleza esquizoparanoide, sobre todo por el hecho de que este evento en concreto es sumamente avasallador y pocos saben con claridad la naturaleza de la situación en concreto; así pues un aislamiento disciplinado puede tener el trasfondo de una fantasía persecutoria por la proyección de los elementos destructivos, o bien, puede ser una posición realmente auténtica de preocupación, delimitación y confrontación con la realidad. Así pues, en este contexto sugiero interpretaciones que se dirijan predominantemente a una ampliación de la concentración de la angustia y más allá de esto, el trabajo analítico deberá ser de sostenimiento y “reencauce”, reconocimiento ontológico de la realidad mental que se está experimentando, etc. El analista deberá ser lo suficientemente hábil para conocer y saber cuando realmente se pueda hacer una interpretación como en los “buenos tiempos”. Referencias bibliográficas: Klein, Melanie. (2009), “Envidia y gratitud”, Obras completas: Tomo 3. Ed. Paidós: Ciudad de México.
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Julio 2023
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