Por: Hugo Toro Es ampliamente conocida la fórmula psicoanalítica que introduce la idea de angustia como aquello que no tiene nombre. La ausencia de “nombre” en la experiencia subjetiva amenaza desde adentro con un agujero en lo Real que trastoca la estructura, la vuelve endeble, que amenaza con alivianar hasta su derrumbamiento los cimientos de un edificio. Durante estos tiempos, el gran mito ha sido considerar toda crisis de angustia contemporánea como si tuviera el mismo nombre para todos: COVID-19. En todo esto, psicólogos, psicoanalistas, filósofos y demás pensadores o intelectuales, no han dudado en dar un nombre a la angustia colectiva, olvidando así que en realidad la angustia siempre es un proceso individual que tiene que ver con aquellos aspectos removidos o revividos en el inconsciente de cada sujeto, por lo que en teoría psicoanalítica bien pensamos como lo hacía el poeta Blake: “generalizar es ser idiota”. Cuando nos planteamos esta cuestión entonces queda en evidencia un rotundo fracaso en la escucha, una escucha que no sólo no dio nombre, sino que dio el nombre equivocado, y más allá de un otorgamiento se trató en realidad de una imposición. A las personas se les ha impuesto un nombre a su angustia, lo que a su vez resuelve y refuerza todos los mecanismos de defensa paranoides que sostienen las más diversas tesis paranoicas, no es de extrañar que haya personas que consideran que el COVID-19 es un invento, cuando en realidad el invento no es el virus sino el uso que el aparato del sistema hace en relación al sujeto. La alienación del sujeto no ha parado en los tiempos de la pandemia, por el contrario, se usa como una forma de metabolismo forzado de la angustia, la respuesta ya está dada y no hay que pensar más, mucho menos hay que perder el tiempo; la productividad no puede parar y habrá que ejecutarla de una o de otra manera. El sinsentido del ritmo toma relevancia y se alimenta de una lógica en la que no se le invita a los sujetos a pensar o a pensarse, se les obliga a comprometerse con la actividad que le es sugerida: rutinas de ejercicio, organización del trabajo, nuevas formas de trabajar, la comida, jardinería y un largo etcétera forman parte de la distopía que se está consolidando alrededor de un síntoma mundial que aqueja al individuo. En vez de preguntarse por los andamiajes inconscientes, la castración, las defensas, las fantasías persecutorias, el amor, el odio, las fantasías detrás de Zoom o de Google Meet; parecemos habernos conformado con las respuestas más evidentes cuando en realidad de lo que se trataba siempre fue de que no es el hecho o la palabra, sino sus implicaciones de lo que deberíamos habernos ocupado.
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Julio 2023
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