Por: V. H. Toro Como es bien sabido, las consideraciones lacanianas sobre el proceso psicoanalítico y su dirección se distinguen con prístina claridad en varios aspectos, ya sea desde la posición teórica del analista hasta la técnica, de otras formas de psicoanálisis. Sin duda, representa todo un hito que se diferencia de las otras orientaciones en psicoanálisis, quizá una de las que más se distingue es de postkleinismo, cuyas intervenciones apuntan a una “cura” y que, sin duda alguna, tienen su operación en el nivel de lo imaginario. Lacan parte todo el tiempo del concepto de “sujeto”, entendido este como un efecto del lenguaje, por tanto del inconsciente y de un corte que se ejecuta en él, un corte que finalmente lo inscribe dentro de un orden, el orden simbólico, cuya manifestación en el Otro ejecuta irremediablemente su influencia en el sujeto, quien se ve atormentado por la pregunta sobre ése Otro que también está en falta, cortado, por así decir y que también desea; el neurótico en su existencia se da de topes frente al muro del Che voui? Pregunta insorteable para él, indescifrable, en tanto que la misma estructura del deseo no es decible, no puede encontrarse sometida por el significante, a no ser su forma lingüística que finalmente la mutila: la demanda. La naturaleza del sujeto es “ser hablado por el inconsciente”, en este sentido, el mismo concepto de sujeto remite a una sujeción a esto que es el inconsciente; estamos pues frente a un sujeto sujetado, que de desatarse se ubicaría irremediablemente bajo el yugo insoportable de la desintegración como sujeto. El síntoma, la angustia, forman parte estructural del ser del sujeto, porque así y solo así, por el corte (origen primero de los dos elementos que recién mencioné) éste se encuentra constituido como tal. Ahora bien, ¿Cómo podemos plantear una cura en psicoanálisis si la constitución del sujeto (su castración, su falta) lo hacen operar en el rango indistinto de lo sintomático? Simplemente no se puede, este asunto tan perentoriamente discutido en psicoanálisis y que remite indisociablemente a la concepción médica del psicoanálisis como terapéutica que “cura”, no hace más que confundir el lugar del analista, con un lugar del que Lacan nos previene, el lugar imaginario del Sujeto Supuesto Saber; que también encuentra su nivel simbólico en tanto se encuentra supeditado el analista a ocupar, en el vacío que en realidad ocupa, el lugar de Gran Otro. El analista es confundido (o le es asignado) por el paciente como aquel lugar donde el saber de mi “salubridad” es sabido, y en los casos más lamentables, algunos otros patéticos, es el propio analista quien se ubica en ese lugar. Por lo tanto, Lacan apunta a considerar al sujeto en la dimensión estructural de su experiencia, con el respeto y la comprensión que una escuela filosófica tendría; ante lo cual, la dirección del psicoanálisis en tanto tal no va hacia una “cura” (no se puede curar al sujeto de su propia naturaleza de sujeto del inconsciente y pretender que el análisis debe operar sobre los síntomas es una pretensión errada en al que el analista se ha ubicado en el lugar de Otro, al que debe procurar jamás entrar), sino mas bien hacia un mejoramiento de la posición del sujeto, en qué posición se ubica el sujeto frente a su propia castración, digamos mejor, frente a su falta; esto es, frente a su deseo, y en ése lugar apuntar a la comprensión de su fantasma, que finalmente articula al sujeto frente a esa falta del Otro que lo ubica en su demanda, el fantasma como sostén que le da un papel al sujeto de su lugar en la falta del Otro, en el deseo del Otro; fantasma que, en su proposición del 67, Lacan llama a “atravesar”. En su seminario 10 de “La Angustia” Lacan llama a una forma de psicoanálisis más apegada a una comprensión filosófica del sujeto, invita a que el psicoanálisis debe entenderse desde un lugar diferente del de “curación”, precisamente por el hecho de que esta curación suele tener, como concepto, una serie de consideraciones relativas que no apuntan a lo que Freud precisaba; y que suelen estar veladas por cánones y prejuicios de los analistas sobre el “bienestar” o “normalidad” del sujeto, ya apuntalándose, como he señalado (sin cansarme) en el lugar del Otro. Lacan comenta: “Recuerdo haber provocado la indignación de aquella clase de colegas que saben, llegado el caso, parapetarse tras no se qué inflación de buenos sentimientos destinados a tranquilizar váyase a saber a quién, cuando dije que en el análisis la curación venía por añadidura. Se vio en ello algún desdén por aquel que está a nuestro cargo y que sufre, cuando yo hablaba desde un punto de vista metodológico. Es muy cierto que nuestra justificación así como nuestro deber, es mejorar la posición del sujeto. Pero yo sostengo que nada es más vacilante, en el campo en que nos encontramos, que el concepto de curación.” (Lacan, 2013, pp. 67-68. Es, como puede verse, una gran puntualización en el psicoanálisis que Lacan plantea muy bien. No podemos someternos como analistas a las falsas pretensiones de la “cura” cuando no hay mucho que curar, sino los síntomas, cuya intención de curar ya en sí misma remitiría a una violación de la regla de abstinencia, en niveles leves o en niveles funestos para el proceso. El asunto, finalmente es el que Lacan señala: “mejorar la posición del sujeto”, respetando su justa naturaleza estructural que le permite erigirse tal como sujeto. De la comprensión que el sujeto va desarrollando sobre sí mismo, los síntomas en cuanto tales irían remitiendo, pero el contenido fundamental del psicoanálisis y su dirección irán irremediablemente vinculados a la pregunta por sí mismo del sujeto y a las respuestas que, asociación libre mediante, dé a esta pregunta: la cura vendrá por añadidura. Me remitiré finalmente a una cita del psicoanalista Slavoj Žižek, quien en su extraordinaria lectura de los textos lacanianos señala en su libro “Cómo leer a Lacan” (Žižek, 2013, p. 14): “La crítica principal de Lacan a otras concepciones psicoanalíticas apunta a su orientación clínica: para Lacan, la meta del tratamiento psicoanalítico no es el bienestar, una vida social exitosa o la satisfacción personal del paciente, sino lograr confrontarlo con las coordenadas y atolladeros elementales de su deseo.” REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: Lacan, Jacques. (2013), “Seminario X: La angustia”, Ed. Paidós: Buenos Aires, Argentina. Slavoj Žižek. (2013), “Cómo leer a Lacan”, Ed. Paidós: Buenos Aires, Argentina.
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Julio 2023
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