Autor: Hugo Toro. ![]() El título que abre esta brevedad es una frase dicha por la Dra. Elisabeth Roudinesco, a quien tuve la deferencia de conocer en l'Ecole normale supérieure en París el año pasado. La frase está elaborada alrededor de los analizantes homosexuales, quienes, históricamente y desde Freud (quizá mucho antes) fueron categóricamente juzgados de perversos aún cuando no se establecían claros paralelismos entre las diferentes perversiones, más allá de todo, aún cuando no se tenía bien claro en lo que consistía la perversión. Ahora bien, si el sujeto homosexual solía tender a conductas sexuales aberrantes y socialmente inadecuadas cabría preguntarse dentro de este espectro de cosas ¿no sería eso un reflejo de las limitaciones sociales a los que se encontraba sometido? Pensemos claramente, un homosexual de la época de los 50s o 60s (época del monstruoso psicoanalista Socárides) no encontraría buena cabida en la sociedad para experimentar su sexualidad de manera abierta, por el contrario, el pobre sujeto estaría relegado a una vida de podredumbre discriminatoria, donde sus figuras de identificación no serían otras que otros sujetos discriminados, alienados dentro de una enajenación perpetua en lo kitsch y en lo repulsivo. Si los homosexuales tendían en épocas pasadas a conductas sociales y sexuales aberrantes no debemos debérselo sólo a su naturaleza homosexual y a una concomitante estructura perversa que los inclinara a la fractura de lA ley, sino, por encima de todo a que no había más devenir, las opciones eran pocas, casi nulas, un fingimiento perpetuo, quizás una represión permanente elaborada a partir de falsedades sociales. ¿Podríamos pensar que esas vidas aberrantes serían los gritos desesperados contra una existencia inautética, un falso self, el último bastión de pasión por la vida que le quedaría a un sujeto en esas mismas condiciones? Quién sabe. Por lo demás, nuestra época es otra y a la consulta llegan homosexuales aquejados por las mismas preocupaciones, por las mismas pasiones que los heterosexuales más “genitales” (en el sentido freudiano del término). Lo que cabe preguntarse ahora es desde dónde está ubicado el homosexual, cuál es el discurso que articula la actitud de búsqueda de la normalidad, una normalidad heterosexualizada; sea como sea, es raro encontrarse a un perverso en el diván, aún con el paso de los meses o de los años. Roudinesco posee cierta razón, al final han resultado ser buenos neuróticos. La clave está en descubrir qué clase de fantasías se encierran en las nuevas claves neuróticas de la homosexualidad, queda abierta la visión para que aparezca a la luz de la clínica alguna coordenada.
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Noviembre 2024
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