Por: Hugo Toro / Colaboración escrita del Dr. Héctor A. Krakov Se ofreció como parte de una supervisión con el Dr. Héctor Krakov la siguiente proposición: “Es la sesión la que informa, no el paciente y/o el analista.” Y a pesar de que esa proposición pueda parecer al inicio, en la preconcepción, un axioma, no queda más que remitirnos a su autor para descubrir que en realidad se trata de una proposición seria que en sus fundamentos y, más aún, en sus consecuencias resplandece un nudo epistemológico que hace falta aclarar, pues no del todo se tiene la directriz absoluta del modelo de pensamiento metapsicológico que le da sustento y menos aún la aproximación clínica y su práctica que le dan realidad. El título de este artículo adelanta una posición que rechaza una pura comprensión clínica y que, en conjunto, elabora una actividad psicoanalítica que posee dos brazos articulados: la comprensión y la acción, comprensión-acción ofrece un doble modelo de operación psicoanalítica en la clínica que tiende a convertirse en un espejo de las teorizaciones de los grandes modelos psicoanalíticos, sin que por ello, lo que refleja, es exactamente lo que le es puesto delante, sino quizá, y con mucha pena, lo que se encuentra antes ya en el espejo en cuestión. Con esto, me remito a lo que el autor que nos ocupa denomina “psicoanálisis aplicado”, definido por Krakov (2018, p. 117) de la siguiente manera: “Si un analista utiliza algunas de las teorías en psicoanálisis para dar cuenta de lo que el paciente despliega en sesión, estará realizando “psicoanálisis aplicado”. Es decir, aplicando teoría a un texto, como podría hacerlo con una novela o un argumento teatral, y de ese modo traducirlo al lenguaje psicoanalítico.” Si bien, la idea de psicoanálisis aplicado existe desde hace tiempo, su utilización para reflexionar sobre la actividad del analista en sesión sólo al reconozco en este autor. Ahora bien, tomando en cuenta esto, creo que se resuelve suficientemente bien para el lector que la comprensión-acción de la que hablo, derivado del pensamiento de Krakov, tiene como consecuencia la lógica que la comprensión no es aplicación de la teoría o aterrizaje de un modelo teórico a la realidad concreta de un paciente, al tiempo que la presencia del analista no es una presencia inactiva, sino que su palabra también guarda sentido de acción dentro de las sesiones con el paciente. Ahora bien, para entender la frase que nos ocupa, propongo que se le divida en tres secciones diferentes que nos pueden ayudar a desplegar la claridad de su comprensión en todo su esplendor metapsicológico. I.“Es la sesión la que informa (…)” Este primer fragmento de la proposición tiene el efecto de impactar por sus implicaciones en la comprensión de la sesión, de la actividad del analista y del lugar del paciente en sesión, debo insistir a este respecto que de lo que se trata es de un problema epistemológico toda vez que también sostiene un pilar de proposición metapsicológica, pues no debemos olvidar que la metapsicología no es más que el brazo lógico y espistemológico para trazar la ruta de la investigación del inconsciente en cada uno de nuestros analizantes. El impacto, nos viene dado porque esta frase ya involucra una puesta en escena, es decir, para revelar lo que se nos ofrece sugiero enfrentarla con la negación que encierra en sí misma: si la sesión es la que informa, no lo hace ni el analista, ni el analizante. Pero en este último punto hay que ser cautos, no lo hacen por sí mismos y desde su propio lado, es decir, ninguno de los dos posee el lugar de informar, pues sin el otro la operación es insustancial. Debemos reconocer que para que uno de los dos informe, debe haber otro, y aquel contenido de la información se despliega en el contexto de un vínculo; no existe hombre que hable al vacío, como no existe este texto si no se pretende un lector o, en el mejor de los casos, un interlocutor. Este fragmento, nos remite entonces a una realidad callada y discreta: ni el analista ni el analizante, tendrían nada que decir si no fuera por estar en mutua presencia, esto es: en sesión. Sólo la sesión informa, es la sesión la que informa cobra su forma más estructural cuando obtenemos otro pasaje del texto “¿De qué se trata?” (2018, p. 118): “Como hipótesis central de mi propuesta postulo que la tramitación psíquica se realiza en acto con otro. Me interesa remarcar que es con otro y no con un objeto, porque el objeto es definido como tal por y desde el sujeto, mientras que el otro, en su condición de real, tiene existencia propia en una dimensión diferente a la del sujeto.” Este es el nudo central de nuestra elaboración sobre el primer fragmento: la sesión ocurre en un vínculo sobre el que se instalan tres dimensiones a mi entender, la del analista, la del analizante y la de la sesión propiamente; y es justo en esta última, en el despliegue del vínculo en la sesión donde descansa la lógica de este primer fragmento. La tramitación psíquica no se da con un objeto en tanto que el objeto no es más que una emanación del fantasma del analizante, decir que la tramitación ocurre ahí sería tanto como decir que el analista no es más que una extensión de la fantasía y, como sabemos, no debemos permitirnos un lugar así en las sesiones. Por otro lado, queda claro que la propuesta que inserta al analista como otro existente desde lo real, instala una condición sine qua non no puede ocurrir el análisis en cuestión; el analista no deja de ser él mismo, al menos para sí mismo; es decir, el analista tiene que se consciente de sí, no inconsciente de sí, aunque su propio inconsciente funcione como catalizador de comprensión. Veamos, por lo demás que esta propuesta tiene su fundamento lógico en la realidad de que el paciente habla en un vínculo, no habla desde sí en un desierto vacío; siempre se habla hacia un oído que escuche, en un contexto determinado, en un día determinado, en una forma determinada, con una palabra determinada, en una acción determinada: en la sesión. Siendo así, no se nos hará raro pensar que la propuesta de que es la sesión la que informa no es descabellada y descansa en apreciaciones anteriores; el inconsciente no es inconsciente para sí, el inconsciente es inconsciente que se muestra en el vínculo con el otro, de otro modo el análisis no tendría fundamento ni valor y en todo caso todos estaríamos invitados a realizar autoanálisis. Es justo porque el inconsciente se hace enunciar en el vínculo con el otro que nuestro primer fragmento tiene todo su sentido y cobra, para la práctica en cuestión su valor y su poder. II.“(…) no el paciente” Este segundo fragmento debe ser entendido, a mi juicio, en la lógica del psicoanálisis en sí mismo; ¿no es a caso lo que el paciente no sabe lo que le lleva o le conduce al análisis?, ¿tiene los efectos de la transferencia una función de información, es decir de informar?, esto es poco probable. El hecho de que el analista pueda rastrear en su vínculo con el analizante los motivos inconscientes que se expresan en la relación no quiere decir que exista un deseo de informar, ni en lo consciente ni en lo inconsciente; siendo así, por definición no puede el analizante informar a su analista en toda la extensión de esta frase, pues no tiene consciencia de lo que en todo caso informa, informa sin saber, sin tener conocimiento de aquello que no sabiendo que sabe, sabe. El paciente, no puede informar desde sí mismo, pues aquello que desea informar es aquello que se encuentra determinado en el despliegue de una posición determinada por la repetición del paciente, en la que ubica al analista en la posición de uno de sus otros significativos, esto se da sin dar cuenta de ello y es precisamente esto lo que informa en la sesión, aquello sobre lo cual el analista debe trabajar y pensar para lograr la tramitación psíquica. Citemos: “Desde esta perspectiva, la tramitación se hará en transferencia justamente en el borde que permita diferenciar al analista en su condición de otro y no de objeto. Así, el tramitar psíquicamente puede pensarse en dos etapas. La primera se hará en acto, con el analista, mediante el decir y el hacer en sesión. Y luego, en una segunda etapa, el sentido de lo puesto en acto se podrá recuperar por el proceso del pensar.” (Krakov, 2018, p, 118) El analizante no tiene idea de aquello que se está poniendo en juego en las sesiones “El paciente desconoce no solo la escenificación del sufrimiento padecido, como lo vimos proyectivamente en el caso clínico del Dr. Roosvelt, sino que tampoco tiene conciencia de la identificación con aquel (o aquellos) con los que el sufrimiento seguí ocurriendo en él, en la vida psíquica, y que se actualizaba dramáticamente en sesión.” (Krakov, 2018, p. 128). El analizante no puede informar de aquello que no tiene ni idea, pero sí pone en juego un escenario en el que se repiten los papeles, el status y los valores de sus relaciones con los otros significativos; nuestro segundo fragmento termina de tener sentido cuando retomamos la siguiente cita: “A diferencia del psicoanálisis aplicado, considero que en las sesiones analíticas ocurren fenómenos proyectivos que son de importancia crucial tomar en consideración, razón por la cual utilizo como metáfora la idea de “carrusel” para dar cuenta del sentido dinámico de la situación clínica. Esto quiere decir que, en diferentes momentos de una sesión, así como en el análisis en su totalidad, los psicoanalistas podemos encarnar diferentes personajes que son parte del argumento que los pacientes exponen.” (Krakov, 2018, p. 123) III.“(…), y no el analista.” Llegamos así a nuestro último fragmento, el que se refiere específicamente al lugar del analista; para este fragmento primero me remitirá a mi reflexión sobre esta parte que en sí misma supone una revelación. De acuerdo a lo que hemos dicho anteriormente, el paciente no puede dar información de sí mismo, pues la información que da la da en “el decir y en el hacer” en las sesiones, en medio de una repetición de la cual no es consciente. El paciente invita al analista a subir a escena, pero esto no quiere decir que el analista sepa de antemano cuál es la obra que va a escenificar. De igual modo que en el analizante, el analista no tiene idea de qué informar, porque aquello que se informa se va cultivando con el tiempo, en el campo fértil de la relación entre ambos, antes de ello el analista no puede dar cuenta, es en un punto de inflexión donde se crea o, mejor dicho, se re-crea la escena donde se puede acceder a un elemento a partir del cual se puede dar cuenta, el analista no sabe, el analista da cuenta. Esto ya de por sí nos permite establecer una serie de relaciones importantes que nos dejan deducir una cierta aproximación a las ideas de Krakov en relación al saber del analista, que tienen su fundamento en su noción de psicoanálisis aplicado que expusimos con anterioridad y una cercanía importante a las concepciones lacanianas respecto a la Docta Ignorancia. Ahora bien, tomemos otro fragmento del texto que nos ha servido de apoyo para la comprensión de la frase: “Los analistas, en cambio, ubicados en el lugar del paciente en la dramática clínica, somos llamados a “subirnos a escena”. La finalidad implícita es “encarnar” su lugar y participación en la escena que insiste de modo repetitivo en relación a otro significativo de su vida. Y, a partir de allí, responder de una manera diferente a lo actuado por él en aquel momento.” (Krakov, 2018, p. 128) Más adelante, el autor prosigue: “La apropiación subjetiva de “este hacer distinto del analista” en el ahora transferencial, sobre una escena con personajes y argumentos de un “entonces”, sería el modo en que se van a generar fenómenos de desidentificación en el paciente y, consecuentemente, van a posibilitar una mudanza subjetiva con la que el cambio psíquico se hará posible.” El analista da cuenta cuando es invitado a jugar su papel en la representación repetitiva de la escenificación del analizante; aquella escenificación en la que puede ser el padre, la madre, el hijo, el jefe, el compañero, el hermano o incluso el mismo paciente, y de la cual este último no tiene ni idea. Finalmente, una cita que termina por determinar nuestros intentos por aclarar nuestra frase: “Por tal razón, el analista tendría una intervención específica a realizar, que excede una mera escucha. Y es lo que quise puntualizar en mis comentarios sobre los materiales clínicos. La excede porque los pacientes no pueden por sí mismos modificar su lugar en la escena de la que son parte, solo por ser escuchados. Justamente, el argumento a ser tramitado implica la participación del sujeto y del otro de la escena, ya que ambos están incluidos en la vida psíquica del paciente. La desidentificación, y con ella el cambio psíquico, requiere la intervención actualizada de los dos personajes. Con lo cual realzo el accionar puntual y específico del analista, que me lleva a sostener que la tramitación psíquica se realiza “en acto con otro”.” (Krakov, 2018, p. 129) “Es la sesión la que informa, no el paciente y/o el analista.” Un necesario prolegómeno a manera de epílogo [Lo sucesivo, es la respuesta por escrito del Dr. Héctor Krakov al texto precedente, se reproduce prescindiendo de aquellos componentes que no forman parte de la explicación y agregado principal] COMENTARIOS AL TRABAJO Creo que captó un sector clave de lo que quise exponer en el libro ¿“De qué se trata? Una respuesta posible”. Mi “respuesta posible” subraya que el cambio psíquico con psicoanálisis va a ser efecto de un proceso de desidentificación, de parte de los pacientes, de ciertas características de los “otros significativos” que los habitan. Denomino así a aquellos otros, que en el curso de la vida nos imponen subjetividad (por presencia discursiva), y nos ubican subjetivamente en la interacción con otros sujetos. Tal desidentificación será efecto de un determinado “hacer” de los analistas, tal como el título de su ponencia lo remarca. Pero para comprender dicho “hacer”, es conveniente aclarar ciertos conceptos previos. Parto del supuesto que todos portamos un sujeto en devenir, obstaculizado en su despliegue. Este sujeto en devenir es el que determina que los pacientes hagan la consulta analítica, aunque ellos mismo no lo sepan, con el anhelo de resolver lo que obstaculiza su despliegue subjetivo. Este sujeto en devenir aparecerá, en la secuencia de sesiones, como parte de los procesos analíticos inconscientes de los pacientes: lo denomino sujeto inconsciente. Es conceptualmente diferente del sujeto del inconsciente, de raigambre freudo-lacaniana, ligado a la pulsión. La precondición para el cambio psíquico se dará cuando los pacientes, en el carrusel dinámico de la clínica, nos ubiquen en el lugar que ellos tuvieron en la escena original (que se repite insistentemente como compulsión de repetición). Y pasan a ser ellos, en la escenificación transferencial, los “otros significativos”. Es en ese momento en especial donde “el hacer del analista” es crucial, mediante sus intervenciones realizativas. (John Austin. Como hacer cosas con palabras. Paidós 2003). Son las que “al mismo tiempo que dicen, hacen lo que dicen”. Favorecerán la desidentificación del paciente de la posición sujeto que tenía en la escena psíquica repetitiva con el otro, y habilitarán así una mudanza subjetiva del paciente hacia un nuevo lugar. Devendrá así el cambio psíquico. - Usted lo propuso de este modo: Su palabra también guarda un sentido de acción dentro de las sesiones con los pacientes. (pág. 1) B- ¿Por qué la que informa es la sesión? Porque el sujeto inconsciente, tanto del paciente como del analista, se activará y pondrá en juego en transferencia. Los pacientes nos “hablarán” con el decir y hacer en sesión. Frente a lo cual los analistas respondemos con nuestras ocurrencias, emociones y, en particular, con “nuestras interpretaciones”. Ese conjunto sería, desde mi perspectiva, “el material de sesión”; que requiere una compresión segunda. Es esta comprensión la que nos indica el momento y lugar para nuestras intervenciones, en escena. Felicitaciones nuevamente por la claridad en la comprensión. Y también por el esfuerzo y disposición para exponerlo en su artículo. Héctor Krakov REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Austin, John. (2003), “Cómo hacer cosas con palabras”, Ed. Paidós: Buenos Aires, Argentina. Krakov, Héctor Alberto. (2018), “¿De qué se trata? Una respuesta posible”, Ed. Waldhuter: Buenos Aires, Argentina.
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