POR: HUGO TORO Como cuerpo clínico y teórico el psicoanálisis es un modelo de comprensión de la mente que articula su saber a partir de una determinada concepción del sujeto y que, partiendo de ahí, articula toda una serie de determinaciones clínicas, quiero decir también técnicas, en el tratamiento de los síntomas mentales o psíquicos, particularmente las psiconeurosis (concepto que remitiría a la etiología psíquica de las neurosis), o neurosis, en un sentido más general. Dicho tratamiento se dirige a la atención de personas que sufren un determinado padecimiento del cual han construido una pregunta sobre sí mismos, y cuyo padecimiento puede encontrar su origen en las profundidades de un espacio psíquico que Freud denominó “Inconsciente”. Al mismo tiempo se asienta sobre una serie de constantes que ubican a dos personas en un contexto determinado y específico; justamente, este cuadro de relación que articula el modelo psicoanalítico, tiene como sus dos ejes fundamentales la noción de sujeto y la noción de inconsciente, el psicoanalista trabaja, pues, con el sujeto del inconsciente, digamos, con el sujeto sujetado al inconsciente.
Cabe decir, que sobre esta "pregunta de sí" que surge del padecimiento del síntoma, se me reprocha con frecuencia si alguien que "no tiene nada" que "solo quiere conocerse" no puede ir a psicoanálisis, la respuesta evidente es que sí, sí pueden. Sin embargo, aquel quien en su vida encuentra todo perfecto y placentero, ¿tendría necesidad de conocerse?, ¿no será más realista pensar que la pregunta por sí mismo surge inevitablemente de algo que no marcha bien o que ha creado la percepción de un hueco?, la respuesta es también evidente. A lo largo de sus experiencias clínicas con diversos pacientes, Freud comenzó a darse cuenta que el paciente neurótico (al que iba dirigida exclusiva y originalmente la práctica psicoanalítica, aunque en la actualidad el espectro de atención sea mayor) padecía, quiero decir, sufría su enfermedad, pero al mismo tiempo la menospreciaba en su importancia y negaba los aparentes orígenes intrapsíquicos a los que remitía echando mano de lo que fue conocido como resistencia y articulando un goce, que constituía su aparente prisión ante el insorteable devenir del síntoma. Para combatir dicha resistencia, Freud elaboró las dos herramientas fundamentales de la práctica clínica: la interpretación y la clarificación o comunicación de los resultados de la resistencia al paciente. (Freud, 1914, p. 1683) Aclaro de inmediato que las dos herramientas recién expuestas, suponen la aplicación de un posicionamiento del analista conocido como: escucha flotante o atención flotante. Ambas, ejecutadas debidamente, garantizaban el curso del tratamiento hasta el reconocimiento (por parte del paciente) de dichos orígenes inconscientes del padecimiento; al mismo tiempo que de manera definitiva constituía una experiencia ontológica única en que el analizante se ponía en observación como sujeto y como objeto persiguiendo, si se quiere, la máxima de Delfos “Gnoti seauton”, asumiendo así un nuevo método experiencial que se fundamentaba en el abandono al conocimiento de sí mismo y que encontraba su soporte en la pregunta por sí que echa a andar el mismo síntoma en determinado momento. El tratamiento no gira en torno a una pedagogía terapéutica, el analista pocas veces, mejor dicho ninguna (salvo extraordinarias excepciones), tiene intenciones de orientar el actuar o la conducta del paciente: “[…] respetamos la libertad personal del paciente en cuanto sea compatible con estas precauciones; [Advertir que la toma de decisiones trascendentales tenga ocasión, en la medida posible, el advenimiento de la cura o un momento más adecuado.] no le impedimos la ejecución de propósitos poco trascendentales, aunque se trate de evidentes simplezas y no olvidemos que sólo la propia y personal experiencia hace al hombre sabio.” (Freud, 1914, p. 1687) Las construcciones que va elevando el sujeto y los contenidos que va develando de sí mismo van resonando a un ritmo propio, la no pedagogía no solo ubica al paciente en su propio tiempo y camino, sino que instruye al analista en la ejecución de la paciencia analítica, que rescata el respeto al orden psíquico del paciente, considerando su progreso de un modo paulatino, sin exigencias ni direcciones. Otro elemento importante del tratamiento, sino es que el fundamental, giraba en torno a la transferencia (fenómeno psíquico orientado por la repetición que atribuye o pondera valores afectivos y de significación depositados en el analista), elemento con el que Freud trabajaba ya abiertamente en 1914 y del que decía: “La transferencia crea así una zona intermedia entre la enfermedad y la vida, y a través de esta zona va teniendo efecto la transición desde la primera a la segunda.” (Freud, 1914, p. 1687) Esta zona es, sin lugar a dudas, el análisis (mejor dicho el setting analítico) donde acontece la transferencia en el espacio más propicio para su observación y para su utilización para la dirección en la cura. La transferencia opera de manera fantasmal, en un sentido de diseminación, como la lluvia matutina va impregnando con pequeñas gotitas las hojas de las flores; no en un tifón sino en una brisa, que va dejando una humedad que al cabo de un rato se hace notar. Así pues, el tratamiento psicoanalítico gira de manera irremediable a partir de ciertas consideraciones que, de manera somera (no es esto un análisis exhaustivo, ni pretende serlo), hemos comentado aquí: la concepción de un inconsciente que influye en el funcionamiento de la psique y la conducta, la operación de resistencias que tienen su origen en lo anterior, la contemplación del fenómeno transferencial y su manejo como un elemento crucial del análisis que, siendo resistencia, permite una mayor aproximación a las fantasías del paciente cuando han sido levantadas, finalmente, la utilización de ciertas herramientas por parte del analista para develar el trasfondo de dichos elementos. Insisto, el presente artículo no es más que una revisión pobre, empequeñecida, del enorme y complejo cuerpo experiencial, teórico y clínico que constituye la psicoterapia psicoanalítica, pero creo, al mismo tiempo, que da una idea relativamente clara de lo que entra en juego en esta; finalmente cierro el artículo diciendo mi certeza absoluta: lo que el psicoanálisis evita es que, oculto detrás de sus síntomas, el sujeto se olvide de sí. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: Freud, Sigmund. (1914), “Recuerdo, Repetición y Elaboración”, pp. 1683-1688. Ed. Siglo XXI: México, D.F.
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Julio 2023
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