Por: Hugo Toro. Si sabemos que es imposible que un analizante llegue con ese hambre de saber porque existe un deseo igualmente poderoso por no saber, no podremos de ninguna manera pensar que podremos llegar a la verdad que representa el deseo, es decir, extraer de los confines del inconsciente el deseo sin obtener resistencias y obstáculos. Todo esto no es nuevo y no hay corriente psicoanalítica que descuide las vicisitudes y conflictos que de este compromiso del analista con la verdad surgen, las llamamos resistencias, mecanismos de defensa, acting out, etc. Es por ello que Freud anticipaba y daba precauciones a quien deseara imponerle al paciente la revelación inconsciente de sus síntomas sin prever un proceso previo, una barbaridad que es constante en los principiantes y respecto a la cual se debe ser cauteloso, pues también sabemos que el análisis requiere precauciones y cuidados para llevarse a cabo. El acercamiento a la verdad requiere un proceso permanente, constante y estable, de otra manera cualquier revelación carecerá de sentido o, en el mejor de los casos, engendrará una cuota de resistencias que en lo sucesivo será difícil de obviar o descuidar. El orden de los factores sí altera el producto, o para ser más precisos, el orden de los factores que permiten el surgimiento del resultado sí que altera el producto. No es lo mismo que el deseo se revele de manera espontánea sin obstáculos a que se revele luego de un compromiso personal que implica un trabajo de pensamiento profundo. Desde los inicios del psicoanálisis, Freud se preocupó por esquematizar los procesos y el camino “seguro” para el analista, aquí trataremos de describir someramente cómo se da este proceso y hablaremos de un par de autores que se han dedicado al tema de una manera sistemática. El primero con el que deseo contar para la fundamentación de esto es Wilhelm Reich, psiquiatra y psicoanalista austriaco que corresponde a la primera generación de discípulos freudianos. Aunque sus ideas ulteriores muestran su claro desencantamiento filosófico, sobre todo, respecto del psicoanálisis, sus antecedentes en el psicoanálisis no deben ser obviados, sobre todo en lo que respecta a sus estudios sobre el carácter y la terapéutica psicoanalítica. En su célebre texto “Análisis del carácter” (1957, p. 36), Reich presenta la idea de que el análisis se desarrolla en dos momentos, uno introductorio que estaría dedicado al análisis de las resistencias, y un “periodo de curación propiamente dicho”. Lo cito textualmente: “[…] Esta distinción es artificial, es cierto; hasta la primera interpretación de resistencia tiene mucha relación con la cura. No obstante, incluso los preparativos para un viaje, al cual Freud comparó el análisis, tienen gran relación con el viaje mismo y pueden decidir su éxito o fracaso. En el análisis, como quiera que sea, todo depende de cómo se lo comienza. Un caso comenzado de manera errónea o confusa está por lo común perdido. La mayor parte de los casos presentan las mayores dificultades en el periodo introductorio, independientemente de que “vayan bien” o no. Son precisamente los casos que al parecer se desarrollan en un comienzo como sobre rieles, los que luego presentan mayores dificultades, pues el curso llano del comienzo torna difícil el temprano reconocimiento y eliminación de las dificultades. Los errores cometidos en la introducción del análisis son tanto más difíciles de eliminar cuanto más tiempo prosigue el tratamiento sin corregirlos.” Es interesante apreciar en esta concepción que Reich reconoce que cualquier error cometido durante el inicio del análisis puede ser rectificado, de ninguna manera sanciona el fin y el fracaso del análisis contemplando alguna torpeza de parte del analista, más bella aún es la metáfora en relación al viaje, que implica necesariamente una preparación. Coincido en esto con Reich y creo que ningún analista podría escapar de esta idea, incluso los analistas lacanianos tienen un periodo previo de entrevistas cara a cara que puede durar meses o años, antes de concebir que un paciente pueda ser “pasado al diván”. Pero, ¿en qué consistirá la fase introductoria de Reich? En el capítulo tercero del libro que estamos revisando, Reich responde de la siguiente manera: “El objetivo del análisis en el periodo introductorio es penetrar hasta las fuentes de energía de los síntomas y del carácter neurótico, a fin de poner en movimiento el proceso terapéutico.” (Reich,1957, p. 36) Como puede apreciarse, cuando Reich está pensando en energía está pensando en el modelo económico-energético freudiano y aunque ese modelo se distancia bastante de las consideraciones que en esta tesis se sostienen no por ello sus consideraciones respecto a la terapéutica analítica son desestimables o equivocadas. Hay que reconocer, haciendo las distancias pertinentes, que el periodo introductorio va encaminado a tres objetivos: - Establecer el modo de trabajo en la mente del paciente (el analista interpretará, escuchará sin juicio, habrá una hora de inicio y una de cierre, etc.) - Vencer las resistencias (ir desmontando las resistencias y mecanismos de defensa a fin de volver posible el trabajo analítico) - Preparar el camino para las ulteriores elaboraciones “de contenido”, es decir, aplanar la ruta para la emergencia de la verdad del deseo, para que cuando el deseo pueda ser desentrañado no haya un obstáculo que impida su natural emergencia en la consciencia y elaboración pertinente. El analista debe reconocer, efectivamente, que hay una fase introductoria, no podría ser de otro modo. El analizante rara vez llega a consulta sabiendo las condiciones en las que va a desarrollarse el análisis, mucho menos con un hambre natural o auténtico de saber, y aunque de manera consciente el sujeto argumente precisamente lo opuesto, Reich nos advierte sobre este punto pidiéndonos ser cautelosos sobre esos análisis que comienzan con mucha facilidad y sin obstáculos, sin lugar a dudas en ese tipo de análisis lo que queda de antemano es la resistencia que opera y que no permite un trabajo auténtico y verdadero, sino a lo mucho una muy auténtica simulación. Por supuesto, hay un punto en el que estaremos en desacuerdo con Reich y es el que se refiere al tema de la transferencia; tanto para los analistas kleinianos como para los lacanianos la transferencia funciona como un móvil que permite el trabajo analítico, no así para Reich que en su texto busca desmontar la transferencia (como si eso fuera posible), más adelante en el mismo párrafo declara: “Esta tarea [la del proceso analítico] se ve obstaculizada por las resistencias del paciente, entre las cuales las más empoderadas son las provenientes de los conflictos transferenciales. Deben hacerse conscientes, ser interpretadas y abandonadas por el paciente.” (Reich, 1957, p. 36) Hay varios puntos por discutir a este respecto, pero me limitaré a decir que no concuerdo en que debe buscarse en la fase introductoria la renuncia a los aspectos transferenciales, mas aún sería complicado entender en este periodo una interpretación de carácter transferencial debido a que el paciente no se encuentra preparado para un trabajo elaborado de ese tipo, pues esas interpretaciones únicamente las permite el tiempo y el proceso mismo. Me atrevería a decir que es en esta fase donde la transferencia debería ser afianzada y no desencantada por ser, como he dicho, el motor de cualquier proceso analítico. Sin embargo, reconozcamos una vez más un punto de concordancia con Reich cuando dice: “La experiencia clínica confirma las demandas de Freud en el sentido de que el paciente que tiende a repetir sus experiencias por acting out debe, a fin de resolver realmente sus conflictos, no sólo comprender lo que está sometiendo al acting out, sino también recordar con afecto.” (Reich, 1957, pp. 36-37) De lo que se trata es de una labor emocional por excelencia; el análisis nunca debe ser emprendido con tintes intelectuales que siempre representan una forma de resistencia, por el contrario el psicoanálisis es un proceso vivo, cargado de emociones y afectos que son el combustible esencial de los procesos mentales. Descuidar ese elemento y volver al análisis un desierto estéril de concepciones, ideas, pensamientos, sería un grave error. Sólo lo que es tocado por el afecto deja sus huellas en la posibilidad de cambio y restauración de las condiciones mentales del paciente, más aún, no hay verdad a lo lejos, la verdad debe vivirse en carne propia, no con prestanombres, y esta experiencia requiere necesariamente de afectos. Referencias bibliográficas: Reich, Wilhelm. (1975), "Análisis del carácter", Ed. Paidós: Buenos Aires, Argentina.
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Julio 2023
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