Por: Hugo Toro A quienes ya hayan leído el clásico de Stephen King “It” no les sorprenderá que utilice un trozo de la trama para explicar un aspecto de las consideraciones psicoanalíticas sobre el desarrollo; pues la obra, que funciona a varios niveles (y en todos flotan), bien puede ser considerada un excelente texto de neurosis infantil, de psicopatología psicoanalítica (¿cómo no ver así el extraordinario capítulo dedicado al joven psicópata Patrick Hockstetter?). En fin, aperturo diciendo que de lo que nos vamos a ocupar es del descubrimiento paulatino del niño de la existencia del Otro. Bien sabemos que Freud desarrolló la noción de narcisismo primario para referirse a un momento del desarrollo en que el niño no establece un vínculo objetal, pues sus percepciones, inmaduras aún, no le permiten más que comprender el pecho de la madre como una extensión de sí mismo y, más aún, como una extensión de su propia mente, una creación ultrapoderosa que surge en los momento de necesidad. Este modelo de comprensión, derribado por los analistas kleinianos más apegados a la obra de Melanie Klein, se encuentra casi intacto en la obra de Donald Winnicott, quizá, con el agredado de sus consideraciones sobre la agresividad de las que no nos vamos a ocupar ahora. Así pues, el niño se encuentra en un estado de omnipotencia infantil, carente de falta, donde la realidad es la propia, una extensión inabarcable de percepciones y creaciones que surgen de sí mismo. Si pudiera encontrar mejores palabras para explicar este momento que aquellas que emplea Stephen King cuando describe la realidad de “Eso” antes del advenimiento de sus enemigos las usaría, pero como no puedo y utilizaré las de él: “[…] Eso existía en un simple círculo de despertar para comer y dormir para soñar.[1] Había creado un sitio a su imagen y semejanza y lo contemplaba con favor desde los fuegos fatuos que eran sus ojos.” (King, 1987, p. 1332) Así, como Eso, el niño se encuentra suspendido en un mundo ideal cuyo destino es el fatal desenlace de la desilusión y el doloroso chichón que produce el impacto con la pared de la realidad. Aguardando en ese momento de mágico placer, de la omnipotencia infantil, el pequeño se encuentra arropado en su propia mente, hasta que acontece la desilusión, tan sana como la ilusión, la intrusión de un “algo” que se introduce en la diada especular de la madre y el niño; un filoso cuchillo que atraviesa la relación y cercena por la mitad ese sitio “a imagen y semejanza” para convertirlo en un sitio vital, donde la vida se abre camino con su doloroso devenir. Es el pAdre, es la mAdre, es la Sociedad, el lenguaje, las exigencias ambientales, es el Otro (A). El niño poco a poco se va dando cuenta de que ese espejismo del que disfrutó por un breve periodo de tiempo se tambalea porque todo parece indicar que el poder de su mente poco o nada puede hacer contra aquello que atenta esa paz perpetua, el círculo divino en el que cayó por fortuna. El niño debe ir abriéndose paso por la maleza de la realidad, de la red simbólica que poco a poco lo va apresando, precisamente para que deje de ser Eso y sea sujeto. Remitámonos de nuevo a King y aprovechemos sus palabras: “Así, una última novedad había venido a Eso, no ya emoción, sino una fría especulación: ¿y si Eso no era lo único, como siempre había creído? ¿Y si había Otro? ¿Y si, más aún, esos niños eran agentes de ese Otro? ¿Y si…y si…?” (King, 1987, p. 1333) Efectivamente, hay Otro. Un Otro con agentes que nos van sancionando y frente a los cuales nos vamos colocando. La angustia de Eso no es para menos, surgirá la pregunta ¿Qué quiere el Otro de mí? De ahí todas las demás, ha quedado atrapado en algo que ha roto para siempre el circuito divino en el que se venía desarrollando su existencia. El Otro ha llegado y Eso no volverá a ser Eso… REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: Freud, S. (1914), "Introducción al narcisismo", Tomo XIV, Obras completas, Ed. Amorrortu. King, Stephen. (1987), “It (Eso)”, Ed. Penguin Random House Grupo Editorial: México: CDMX. [1] Las negritas me pertenecen. Hago aquí indicación porque es este un principio de las comprensiones Meltzerianas sobre el sueño. Si Freud aduce que el sueño es un modo de perpetuar el soñar, Meltzer invierte los factores y convierte al dormir en un modo de establecer la elaboración onírica.
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Julio 2023
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