POR: V. H. TORO Self-Portrait as St. Sebastian (Egon Schiele)
Para abrir éste breve ensayo, podríamos decir que básicamente la represión es algo del orden de lo inconsciente, es la puesta en acto del desalojo de elementos psíquicos del estrato de la consciencia para mantenerlos en el plano inconsciente; al mismo tiempo, que sería una intención permanente del Yo hacia las pulsiones, su emergencia directa suscitaría grandes cantidades de angustia y el Yo echa mano de la represión para mantenerlas desalojadas de la conciencia. Antes de operar la represión, en los momentos primitivos del desarrollo, la mente se defiende mediante otras modalidades de defensa (que Klein brillantemente expuso a lo largo de toda su carrera: la proyección, negación, idealización, etc.), modalidades que en aquel estado primitivo de la mente en que están más asequibles los montos pulsionales resultan más satisfactorias y eficaces de lo que resultaría propiamente la represión, esto, por lo avasallador de tales contenidos, siguiendo las ideas kleinianas, claro está. Debemos tener en cuenta, que lo que hace la represión es “mandar” el representante representativo (imagen, idea, ya en un orden de lenguaje) al inconsciente; todo representante representativo tiene tras de sí un monto de afecto (catexia, carga de afecto, montante, etc. En el lenguaje del primer Freud). La represión divide al representante representativo de su catexia afectiva (monto de energía), al representante lo muda al inconsciente, mientras que el segundo (el afecto) puede sufrir tres destinos posibles: es sofocado, se transforma en cualquier otro afecto o se descarga en forma de angustia. Si la represión opera de manera eficaz, no se tendrán noticias del afecto. Freud tratará de distinguir cómo ocurre con la represión en cada una de las neurosis, en este sentido sus elucidaciones básicas serían:
Como veremos, la intención de la represión estará plagada de la consigna “divide y vencerás”, de ése modo opera, básicamente hablando la represión. Ahora bien, existen tres momentos que Freud distingue en relación a la represión, a saber:
Podemos concluir éste breve resumen sobre la represión recordando que lo reprimido se hace representar por otra cosa en el consciente y en el preconsciente. La represión secundaria se manifiesta en los “retoños” de lo reprimido, es decir, por una representación que este en conexión pero no sea fácilmente reconocible con la representación original, naturalmente por medio del desplazamiento y la condensación, términos con los que asumimos que el lector ya se encuentra familiarizado y en los que no nos vamos a detener para explicar. Concluimos pues, con éste resumen, muy general, pero esperamos que al menos claro sobre la naturaleza de la represión y su lugar en el funcionamiento psíquico. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: Freud, S. (1915), “La represión”. Tomo XIV, Obras completas. Ed. Amorrortu. Pp. 135-152.
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POR: HUGO TORO Como cuerpo clínico y teórico el psicoanálisis es un modelo de comprensión de la mente que articula su saber a partir de una determinada concepción del sujeto y que, partiendo de ahí, articula toda una serie de determinaciones clínicas, quiero decir también técnicas, en el tratamiento de los síntomas mentales o psíquicos, particularmente las psiconeurosis (concepto que remitiría a la etiología psíquica de las neurosis), o neurosis, en un sentido más general. Dicho tratamiento se dirige a la atención de personas que sufren un determinado padecimiento del cual han construido una pregunta sobre sí mismos, y cuyo padecimiento puede encontrar su origen en las profundidades de un espacio psíquico que Freud denominó “Inconsciente”. Al mismo tiempo se asienta sobre una serie de constantes que ubican a dos personas en un contexto determinado y específico; justamente, este cuadro de relación que articula el modelo psicoanalítico, tiene como sus dos ejes fundamentales la noción de sujeto y la noción de inconsciente, el psicoanalista trabaja, pues, con el sujeto del inconsciente, digamos, con el sujeto sujetado al inconsciente.
Cabe decir, que sobre esta "pregunta de sí" que surge del padecimiento del síntoma, se me reprocha con frecuencia si alguien que "no tiene nada" que "solo quiere conocerse" no puede ir a psicoanálisis, la respuesta evidente es que sí, sí pueden. Sin embargo, aquel quien en su vida encuentra todo perfecto y placentero, ¿tendría necesidad de conocerse?, ¿no será más realista pensar que la pregunta por sí mismo surge inevitablemente de algo que no marcha bien o que ha creado la percepción de un hueco?, la respuesta es también evidente. A lo largo de sus experiencias clínicas con diversos pacientes, Freud comenzó a darse cuenta que el paciente neurótico (al que iba dirigida exclusiva y originalmente la práctica psicoanalítica, aunque en la actualidad el espectro de atención sea mayor) padecía, quiero decir, sufría su enfermedad, pero al mismo tiempo la menospreciaba en su importancia y negaba los aparentes orígenes intrapsíquicos a los que remitía echando mano de lo que fue conocido como resistencia y articulando un goce, que constituía su aparente prisión ante el insorteable devenir del síntoma. Para combatir dicha resistencia, Freud elaboró las dos herramientas fundamentales de la práctica clínica: la interpretación y la clarificación o comunicación de los resultados de la resistencia al paciente. (Freud, 1914, p. 1683) Aclaro de inmediato que las dos herramientas recién expuestas, suponen la aplicación de un posicionamiento del analista conocido como: escucha flotante o atención flotante. Ambas, ejecutadas debidamente, garantizaban el curso del tratamiento hasta el reconocimiento (por parte del paciente) de dichos orígenes inconscientes del padecimiento; al mismo tiempo que de manera definitiva constituía una experiencia ontológica única en que el analizante se ponía en observación como sujeto y como objeto persiguiendo, si se quiere, la máxima de Delfos “Gnoti seauton”, asumiendo así un nuevo método experiencial que se fundamentaba en el abandono al conocimiento de sí mismo y que encontraba su soporte en la pregunta por sí que echa a andar el mismo síntoma en determinado momento. El tratamiento no gira en torno a una pedagogía terapéutica, el analista pocas veces, mejor dicho ninguna (salvo extraordinarias excepciones), tiene intenciones de orientar el actuar o la conducta del paciente: “[…] respetamos la libertad personal del paciente en cuanto sea compatible con estas precauciones; [Advertir que la toma de decisiones trascendentales tenga ocasión, en la medida posible, el advenimiento de la cura o un momento más adecuado.] no le impedimos la ejecución de propósitos poco trascendentales, aunque se trate de evidentes simplezas y no olvidemos que sólo la propia y personal experiencia hace al hombre sabio.” (Freud, 1914, p. 1687) Las construcciones que va elevando el sujeto y los contenidos que va develando de sí mismo van resonando a un ritmo propio, la no pedagogía no solo ubica al paciente en su propio tiempo y camino, sino que instruye al analista en la ejecución de la paciencia analítica, que rescata el respeto al orden psíquico del paciente, considerando su progreso de un modo paulatino, sin exigencias ni direcciones. Otro elemento importante del tratamiento, sino es que el fundamental, giraba en torno a la transferencia (fenómeno psíquico orientado por la repetición que atribuye o pondera valores afectivos y de significación depositados en el analista), elemento con el que Freud trabajaba ya abiertamente en 1914 y del que decía: “La transferencia crea así una zona intermedia entre la enfermedad y la vida, y a través de esta zona va teniendo efecto la transición desde la primera a la segunda.” (Freud, 1914, p. 1687) Esta zona es, sin lugar a dudas, el análisis (mejor dicho el setting analítico) donde acontece la transferencia en el espacio más propicio para su observación y para su utilización para la dirección en la cura. La transferencia opera de manera fantasmal, en un sentido de diseminación, como la lluvia matutina va impregnando con pequeñas gotitas las hojas de las flores; no en un tifón sino en una brisa, que va dejando una humedad que al cabo de un rato se hace notar. Así pues, el tratamiento psicoanalítico gira de manera irremediable a partir de ciertas consideraciones que, de manera somera (no es esto un análisis exhaustivo, ni pretende serlo), hemos comentado aquí: la concepción de un inconsciente que influye en el funcionamiento de la psique y la conducta, la operación de resistencias que tienen su origen en lo anterior, la contemplación del fenómeno transferencial y su manejo como un elemento crucial del análisis que, siendo resistencia, permite una mayor aproximación a las fantasías del paciente cuando han sido levantadas, finalmente, la utilización de ciertas herramientas por parte del analista para develar el trasfondo de dichos elementos. Insisto, el presente artículo no es más que una revisión pobre, empequeñecida, del enorme y complejo cuerpo experiencial, teórico y clínico que constituye la psicoterapia psicoanalítica, pero creo, al mismo tiempo, que da una idea relativamente clara de lo que entra en juego en esta; finalmente cierro el artículo diciendo mi certeza absoluta: lo que el psicoanálisis evita es que, oculto detrás de sus síntomas, el sujeto se olvide de sí. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: Freud, Sigmund. (1914), “Recuerdo, Repetición y Elaboración”, pp. 1683-1688. Ed. Siglo XXI: México, D.F. POR: V. H. TORO Pintura: "La locura personificada" de Hieronymus Bosch Debo aclarar desde un inicio que este trabajo no pretende ser una revisión extensa y profunda de este tipo de trastornos, sino más bien, acorde a la naturaleza de este blog una breve síntesis de estos trastornos, las hipótesis generales sobre su etiología y el tipo de transferencia que presentan; siendo así solo un referente generalizado y no, insisto, una revisión a profundidad. La aparición de cuadros clínicos con sintomatología y fenómenos parecidos, ubicados en un plano que pudiera catalogarse (llanamente) entre la psicosis y la neurosis llevó a la consideración de que nos estábamos enfrentando a un cuadro identificable plenamente y con un cuerpo sintomatológico y psicodinámico propio, es decir, frente a un cuadro diagnóstico específico que se denominó como “Trastornos fronterizos”, aunque el término de “fronterizos” jamás ha sido bien elucidado en sus implicaciones y no suele reconocerse del todo si se refiere a la posición entre neurosis y psicosis (¿se encuentra en la frontera de psicosis a neurosis o se encuentra a la inversa?) o si se refiere a la frontericidad entre el principio de realidad y los contenidos del psiquismo posiciones que, aunque parecieran equivalentes no son lo mismo. No detendré mi argumentación en este punto, pues lo relevante no es una contemplación del cuadro clínico en un debate a todas luces válido (recordemos que para algunos lacanianos, quizá la mayoría, no existe tal cuadro clínico), nos enfocaremos a dar algunas aclaraciones sobre el desarrollo, génesis de este tipo de trastornos más graves a la luz de ideas de diversos autores. Ahora bien, los trastornos graves de la personalidad de tipo fronterizo han suscitado dos posturas fundamentales en relación a la etiología de los mismos, podríamos clasificar de manera somera ambas posturas en las que se denominan “ambientalistas” y su contraparte las posturas “constitucionales”. Aunque el lector debe conocer ya las implicaciones de ambas posturas me detendré brevemente en clarificar a lo que se refieren. Por un lado, las posiciones ambientalistas, suponen que el origen de los trastornos graves de la personalidad se encuentra en factores externos al sujeto, quiero decir, las relaciones objetales primarias (la madre) y las personas reales de esas relaciones objetales que no habrían aportado las condiciones apropiadas o “suficientes”, tanto en cuidado efectivo como en cuidado afectivo, para el desarrollo óptimo del niño (en términos psíquicos diríamos para el desarrollo óptimo del Yo del niño). Contrapuesto a este punto de vista se encuentran los constitucionalistas, para quienes el origen de los trastornos graves de la personalidad se encuentra en una agresión libidinal innata en el sujeto, agresión que se refiere fundamentalmente a los estadios pregenitales del desarrollo, específicamente, el anal y el oral, agresión exagerada e intensa en comparación a otros sujetos; lo que traería por consecuencia fantasías sádicas y relaciones de objeto perturbadas que fomentan la formación de mecanismos de defensa igualmente primitivos (orales, anales y uretrales) y por tanto conductas y modos de expresión de los afectos de un modo igualmente primitivo. En cualquiera de los dos esquemas el resultado último será una carencia en el Yo, en el sentido de una imposibilidad para simbolizar e integrar; el Yo por lo tanto se encuentra fragmentado, no solo desintegrado en las cualidades de sus objetos internos sino también en su propia estructura. Comoquiera que sea el caso el Yo no se encuentra construido adecuadamente y no ha podido introyectar objetos buenos, ya sea porque las personas reales de esos objetos, los padres, no han proporcionado las condiciones suficientes para ello (ambientalismo) ya sea porque el niño posee una agresividad intensa y exacerbada que le impide la formación de las relaciones de objeto por las perturbaciones en la percepción de éstos que produce dicha agresividad (constitucionalismo). Al final convendría argumentar una postura en el justo medio aristotélico que contemplase ambas posturas en su justa medida. Sin embargo, conviene a esto hacer un breve resumen de algunos autores constitucionalistas y de otros ambientalistas. Del lado de los ambientalistas encontramos a Balint, Winnicott y Kohut. Para el primero (Balint) existiría algo denominado falta básica que se involucraría con un fenómeno y organización psíquica distinto del edípico y como resultado de un vínculo con la madre deficiente y ante el cual el sujeto buscará permanentemente una reparación de ese amor primario. Por otro lado, para Winnicott, el niño enfrentado a exigencias ambientales y a una madre poco empática con las necesidades de su bebé abandonaría su verdadero self para dar lugar a una defensa, la construcción de un falso self el cual, de predominar (todos tenemos cierta “cantidad” de falso self) sería la base de los trastornos graves de la personalidad. Finalmente, Kohut atribuye el origen de este tipo de patología a la ausencia de una cohesión del self (una idea similar a la winnicottiana), producto de una escisión del Yo y fallas en las funciones de integración y síntesis de éste, naturalmente un resultado de faltas y deficiencias en los cuidados maternos. Por el lado de los constitucionalistas, Klein y sus continuadores son los representantes básicos en esta construcción para quienes, como hemos dicho, el acento estará puesto en los factores intrapsíquicos, especialmente la agresividad innata e intensa que echaría a andar mecanismos de defensa de la misma intensidad y naturaleza primitiva (oral, anal, uretral, etc.) para contrarrestar las ansiedades (de tipo esquizo-paranoides) que provoca dicha agresividad innata. Algunos de los mecanismos de defensa serían la disociación, introyección, identificación-proyectiva, negación e idealización. Aspectos a los que uno se enfrentará en la clínica de estos pacientes y que revisaremos a continuación en la forma de transferencia que desarrollan. La transferencia en los pacientes fronterizos será intensa, prematura, predominantemente negativa; organizada de un modo caótica en los primeros momentos y formada de patrones repetitivos. Este tipo de transferencia supera al Yo, en su cualidad de mediador entre los interno y lo externo, no existe una represión (o al menos no se encuentra predominante) lo que ocasiona que sea prematura y que su intensidad no se encuentre velada. Todo esto se debe, ya sea por lo constitucional o lo ambiental (mejor diríamos que debido a ambos), en el sentido dinámico a la imposibilidad del Yo para sintetizar-integrar aspectos del sí mismo y de las relaciones objetales internalizadas; esta incapacidad debida a la intensidad de la agresión pregenital del sujeto (generadora de ansiedad). El sujeto con un trastorno límite de la personalidad realiza una constante huida a la genitalidad, que constituye una condensación patológica en que todas las etapas psicosexuales se encuentran condensadas. Podría apuntalar aparentes intensiones genitales que encubren tras de sí fantasías y contenidos pregenitales; pues la huida a la genitalidad sería precipitada, no totalizante. Toda la transferencia, por lo tanto, será manejada o llevada a cabo por medio de la escisión y de la identificación proyectiva. Siendo estos dos elementos los aspectos fundamentales y constituyentes de la transferencia la estrategia terapéutica irá encaminada a resolver la constelación defensiva (los mecanismos anteriormente mencionados), resolver los aspectos patológicos de la pregenitalidad y genitalidad y romper el circuito vicioso (repetitivo) con el objetivo de fortalecer el Yo. Si se falla en la interpretación de la transferencia, interpretación que debe tener un sentido no genético sino de construcción en presente (aquí y ahora), el paciente recurrirá irremediablemente al acting out no dentro, necesariamente, sino más bien fuera de la sesión. No me queda más que decir al haber cumplido con las dos revisiones que se proponía este ensayo que ,aunque breve, puede considerarse un referente, no un trabajo de profundidad pero sí un trabajo que pretende dar una idea generalizada de este tipo de pacientes. REFERENICAS BIBLIOGRÁFICAS: Kernberg, O. (1987), “Trastornos graves de la personalidad”, Ed. Manual Moderno: México, D.F. Ortíz, Elena. (2011), “La mente en desarrollo: reflexiones sobre la clínica psicoanalítica”, Ed. Paidós: México, D.F. Revisión del texto: "Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa" (Freud, 1912)3/10/2016 POR: V. H. TORO Pintura: 'El Brunswicker negro' de Everett Millais “Sobre la más generalizada degradación del objeto de amor” (Freud, 1912) La aparente intención de Freud al elaborar este texto en 1912 fue abordar la problemática de una gran cantidad de hombres, quienes en su quehacer de la vida amorosa y sexual presentan una inhibición sexual en la forma de impotencia psíquica (entendido el psiquismo como lo causal) de una subsecuente impotencia sexual hacia su objeto de amor. Sin embargo, de inmediato deja traslucir Freud una condición que acompaña a estos hombres y que tiene que ver con que el desempeño sexual negado con la mujer amada (su respetable esposa) le es permitido con otras mujeres (la más de las veces, prostitutas o mujeres de conducta sexual “liviana”). Para explicar esto, Freud recurre a la primera infancia y a la construcción del Complejo de Edipo, la relación del infante con el objeto deseado en dos tipos de emergencia de la pulsión: una sensual y la otra tierna (o de ternura). Terminará concluyendo que el niño, luego adolescente, genera una especie de escisión que desvincula a la madre en esos dos aspectos, uno alusivo a su carácter cariñoso y respetable, a la madre considerable y otro, el sensual, que ha de referirse a la madre que practica el comercio sexual con el padre. A esto, remite Freud cuando trata de explicar la impotencia del hombre, y luego comenta, podrá extenderse para explicar la frigidez en la mujer; tomando por consideración que la esposa abnegada y de un tipo educada y respetable constituiría en la fantasía las características propias de la madre, lo que conllevaría, a pesar de ser un subrogado de esta, el efecto de la prohibición del incesto; lo que estaría detrás de la impotencia. Algo parecido, con sus respectivos y oportunos ajustes, operaría en la mujer. Así, la mujer poco agraciada éticamente hablando (la mujer libertina, podríamos decir), sí podría ser tomada como objeto de amor sexual, en tanto no constituye el carácter tierno ni las características maternas que remitirían en la fantasía del paciente a la prohibición del incesto. Finalmente, Freud concluye que la satisfacción total de la pulsión jamás podría volverse una realidad en el aparato psíquico normal, y atribuye esto a dos consideraciones: la primera, que todo objeto sexual posterior al Edipo, será un subrogado (un sustituto) del objeto tomado por el niño en aquella época, razón por la cual, el deseo no encuentra su objeto puro o aquel que le es auténtico. Y en segunda porque la consecución de la satisfacción total constituiría una degradación del amor que paralizaría el aparato psíquico, si no hubiera más por desear el trabajo de sublimación y aplicación de la pulsión se suspenderían. El sujeto se encuentra por lo tanto, en una falta constante que es el motor esencial del deseo, “se desea lo que no se posee” diría Sócrates a través de la pluma de Platón y en este sentido bien podríamos decir que es la falta, la prohibición del incesto y el desplazamiento de los objetos lo que constituye el movimiento esencial del aparato psíquico. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS: Freud, S. (1912), “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa.”: Contribuciones a la psicología del amor II. Obras completas: Editorial Amorrortu. Tomo XI. Breves consideraciones sobre el "Atravesamiento del fantasma" y el "Sujeto Supuesto Saber"1/12/2016 POR: VÍCTOR HUGO TORO SALAZAR
Resulta interesante a nivel de revisión teórica abordar dos perspectivas, mejor dicho posturas que involucran el fin del análisis[1] atribuyendo éste a diferentes causas; la primera de estas posturas corresponde a la que concibe al desmembramiento o disolución del Sujeto Supuesto Saber (S.S.S.) como el momento nuclear de consideración del fin de análisis. Por otro lado, existe otra postura que afirma una noción conceptual llamada “Atravesamiento del fantasma” como causa primera de la decisión de concluir el análisis. Comencemos primero por revisar cada uno de estos conceptos a fin de presentarlos y posteriormente articular una visión que aclare los vínculos de estas dos hipótesis en la consecución del fin del análisis; es decir, la función que poseen estos dos factores (S.S.S. y Atravesamiento del Fantasma) en el fin del análisis. Lacan introduce su idea del Sujeto Supuesto Saber en relación a la transferencia en 1964 cuando trata de definir el fenómeno de transferencia como la actitud de atribuir saber a un sujeto, en este caso al analista. El analizante atribuye al analista un conocimiento, un saber casi omnisapiente; intuye que el analista sabe de sus construcciones secretas o de sus motivaciones ocultas detrás del discurso. (Evans, 2007, p. 185) Por otro lado, el S.S.S. No solamente se puede constituir como la atribución del conocimiento o del saber; sino que también y dependiendo de la situación analítica y del fenómeno transferencial puede implicar la atribución del “no saber”, como dirá Etchegoyen en su lectura particular de Lacan: “[…] La teoría del S.S.S. no se refiere a una vivencia del analizado sino a un supuesto que surge de la estructura misma de la situación, De aquí que, como vimos hace un momento, el fenómeno pueda ser exactamente el contrario, a saber, que el analizado piense que el analista no sabe, que puede ser engañado.” (2012, p. 161) Así pues, el S.S.S. sugiere un aparato teórico que pretende explicar el fenómeno de la transferencia como un valor o una atribución, mejor dicho, que se le da al analista; cabe decir, que el concepto de Sujeto Supuesto Saber no designa al analista, sino a la función que se le atribuye como sujeto de saber (o como vimos con Etchegoyen de no saber), es por eso que Schneiderman propone una traducción más efectiva, a mi parecer, que deja por objeto al sujeto al que se atribuye y de que se supone el saber, más no el saber mismo. Esto es, el saber no está en suposición (o sabe o no sabe) lo que está en suposición es el sujeto, razón por la cual Schneiderman propone por traducción “Supuesto Sujeto del Saber”. (Evans, 2007, p. 185) Es pues, al principio del análisis cuando se estructura la regla fundamental (Asociación libre) que el paciente comienza a formular su supuesto respecto al sujeto (Analista) que sabe. Al final, en esto constituye el nivel simbólico y de significantes de la teoría transferencial de Lacan. Encontramos en este fenómeno de la situación analítica un referente de que a transferencia ha comenzado y no solo eso sino un destino, o bien, un rumbo, desaparecer de la mente del analizante para desembrar ésa visión del Sujeto Supuesto Saber. Etchegoyen (2012, p. 157) afirma: “[…] Estructuralmente, el S.S.S. aparece pues co la apertura del análisis; pero la cuestión está al final y no al comienzo. El final del análisis significa eyectar el S.S.S., comprender que no existe.” Es fundamentalmente esta meta la que se fija en función de dar fin al análisis, a final de cuentas el S.S.S. no sería más que una manifestación neurótica, quizás narcisista de la interpretación de la situación analítica que realiza el analizante, su disolución, o el desmembramiento de este factor constituye la disolución por ende de las fantasías neuróticas respecto al otro (con minúsculas), situando al analista en el lugar del Otro (Con minúsculas) y por lo tanto negando así la relación imaginaria o fantasiosa que posee el paciente respecto al analista. Es momento de revisar ahora una segunda que propone el concepto de “Atravesamiento del fantasma” como factor coyuntural del fin del análisis acompañado. El fin del análisis constituye definitivamente una etapa o un momento sumamente importante en la vida de cualquier paciente, ha finalizado el acompañamiento; sin embargo, ¿Por qué ha finalizado?, ¿Qué ha definido su finalización? El concepto de Fantasma es introducido en un primer momento por Freud para referirse “[…] a una escena que se presenta en la imaginación y que dramatiza un deseo inconsciente. El sujeto invariablemente desempeña un papel en esta escena, incluso cuando esto no sea evidente.” (Evans, 2007, p. 90) Se trataría pues de un concepto que hace alusión a las fantasías imaginarias que presenta el neurótico en el aparato discursivo en el que se estructura su concepción de la realidad. Sin embargo, para Lacan el fantasma no es únicamente un acto o un aspecto imaginario, se trata además de una construcción simbólica que involucra la plataforma a través de la cual el paciente neurótico articula su defensa ante la noción de castración en el Otro. “Lacan sostiene que más allá de la mirada de las imágenes que aparecen en los sueños y en otras partes, siempre hay un ‘fantasma fundamental’ que es inconsciente. En el curso de la cura, el analista reconstruye el fantasma del analizante con todos sus detalles. Sin embargo, el tratamiento no se detiene allí; el analizante debe continuar hasta ‘atravesar el fantasma fundamental’. En otras palabras, la cura debe producir alguna modificación del modo de defensa fundamental del sujeto, alguna alteración en su modo de goce.” (Evans, 2007, p. 91) Lacan habla propiamente del atravesamiento del fantasma y de su relación con el fin del análisis en su Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el analista de la escuela, donde afirma que: “En este vuelco donde el sujeto ve zozobrar la seguridad que le daba ese fantasma donde se constituye para cada quien su ventana sobre lo real, se percibe que el asidero del deseo, dispuesto a pagarlo reduciéndose, él y su nombre, al significante cualquiera. Porque rechazó el ser que no sabía la causa de su fantasma en el momento mismo en que finalmente él devino ese saber supuesto.” (Lacan, 1969) He aquí el clímax o el “nudo” fundamental de todo este lío sobre el final el análisis en acompañamiento. A final de cuentas ambas consideraciones resultan fenómenos inherentes a una misma realidad: el fin del análisis. Por un lado el atravesamiento del fantasma como identificación del propio síntoma y la liberación de las fantasías como velos de la realidad y por el otro la disolución del Sujeto Supuesto Saber, al lograr el analizante colocarse en el lugar del que sabe, del que ahora “se sabe”, en ése momento ha reconocido y traspasado el fantasma, por lo tanto ha diluido o, mejor dicho, desvanecido el S.S.S. de cualquier otra persona, incluido el analista, el saber supuesto ahora le corresponde a él mismo, como acabamos de ver claramente en el párrafo anteriormente mencionado. Se trata, a final de cuentas de dos caras de una misma moneda, dos aspectos que suponen el fin del análisis; sin embargo, hay que decirlo, en el esquema jerarquizado de conceptos es sin duda el atravesamiento del fantasma el más importante y el que, desde mi punto de vista en particular asegura un buen fin de análisis, en el entendido de que es precisamente el atravesamiento el que diluye el S.S.S.; pero también atendiendo de a la idea de que el S.S.S. puede desvanecerse por otras circunstancias transferenciales que no necesariamente constituyen el atravesamiento del fantasma. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Etchegoyen, Horacio. (2012), “Los fundamentos de la técnica psicoanalítica”, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, Argentina. Evans, Dylan. (2007), “Diccionario de psicoanálisis lacaniano”, Ed. Paidós, México, D.F. Lacan, Jacques. (1969), “Propuesta del 9 de Octubre de 1967 sobre los analistas de la Escuela”, Ed. Du Seuil, París, Francia. [1] Por llamarle así al momento a partir del cual el analizante ya no será acompañado por el analista. ![]() "La naturaleza humana no es una cuestión de mente y de cuerpo, sino de psique y soma interrelacionados, donde la mente es como algo que florece al borde del funcionamiento somático." (D. W. Winnicott) Escrito entre 1954 y 1971 y publicado luego de fallecimiento en ese año este libro constituye el resumen más categórico y final de la obra de Winnicott; estructurado a partir de pequeños capítulos, el autor va desglosando de manera magistral y con su método ligero y atractivo sus precisiones sobre el desarrollo fetal, el desarrollo del neonato, la relación estrecha entre cuerpo y mente (articulando sus conceptos de 'soma' y 'psique'), así como sus opiniones sobre las tesis freudianas sobre el desarrollo psicosexual, el objeto y fenómeno transicionales, culminando con sus consideraciones sobre la intervención del ambiente en el desarrollo infantil y devenir de la patología neurótica.
Para quien desee comprender las tesis fundamentales del cuerpo psicoanalítico winnicottiano este texto es una valiosa herramienta, que por su claridad y brevedad se consolida como un referente que ningún estudioso del psicoanálisis podrá omitir. Al mismo tiempo, al haber sido escrito en los últimos años de la práctica profesional de Winnicott (práctica que continuó de manera ininterrumpida hasta el momento de su muerte) este libro es el más actualizado en lo que a las posiciones teóricas y prácticas del autor se refiere. Editado por Editorial Paidós en su colección de "Psicología Profunda", por vez primera en 1993, el texto ya va en su quinta reimpresión (2010), traducido magistralmente por Jorge Piatigorsky quien ya se ha encargado de otras traducciones importantes de textos psicoanalíticos, el libro es sin lugar a dudas una joya de la literatura psicoanalítica de la que no se debe prescindir en ninguna biblioteca personal. Por: Víctor Hugo Toro Salazar |
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